Gustavo Raik nació en Barracas hace 42 años. Es arquitecto, historiador y coleccionista. Su espíritu curioso lo llevó a encontrar un antiguo portón que está en Montesquiú al 300, entre Los Patos y Dr. Prof. Pedro Chutro, en Parque Patricios, a dos cuadras del estadio de Huracán. El mismo perteneció a comienzos del siglo pasado a la estructura de rejas del Parque Lezama.
El arquitecto comenzó contando: “Un día yendo al trabajo, como habitualmente hago, iba por la avenida Amancio Alcorta de Parque Patricios, a la que conozco de memoria, y de repente me topé con un corte por una de las tantas obras viales que se estaban haciendo. Quedé atascado y me vi obligado a desviarme de mi ruta habitual. Entonces empecé a ir por otra calle que estaba llena de autos, colectivos, camiones, máquinas viales. Ibamos todos a paso de hombre. Empecé a impacientarme porque iba a llegar tarde, pero también comencé a observar desde la ventanilla a la arquitectura que me rodeaba. Aclaro que soy arquitecto. Si bien el título lo obtuve de grande, fue una pasión que nació en mí cuando era muy chico. Ni siquiera sabía que la carrera se llamaba Arquitectura, pero era lo que me gustaba. Las obras... De chico vivía en Barracas y siempre miraba y admiraba lo que tenía a mi alrededor en el barrio, la arquitectura clásica de ahí, que eran las casas antiguas y bajas. Siempre tuve un carácter investigativo de ver de dónde era cada cosa. Les preguntaba mucho a mis padres. Entonces, ese día, atascado en el tránsito estaba mirando por la ventanilla y veía galpones, expresos, terminales de colectivos... Y mirando un poquito más adelante vi un paredón muy largo y portón que me llamó la atención”.
“Cuando me fui arrimando de a poquito con el auto. Veo de cerca ese portón y empecé a fantasear pensando a qué correspondía ese portón enorme. ¿Una casa? ¿Un palacio? ¿Un galpón? ¿Una antigua fábrica? ¿Qué había detrás de él? Cuando llegué frente al portón mi sorpresa fue mayúscula porque detrás no había nada. Era un predio, un depósito municipal desafectado de su uso, al cual estaban demoliendo y que estaba tapado de yuyos. Eso evidenciaba que hacía años que no tenía uso. Imaginé que antiguamente había habido un palacio, una buena edificación que acompañara a ese portón. Porque tenía medidas poco habituales, muy grande, trabajado y ornamentado. Se lo veía deteriorado por falta de mantenimiento, pero con un pasado glorioso, con remaches unidos al rojo vivo. Era de muy buena confección. Todo esto mi mente lo empezó a asociar a qué había antiguamente allí. Entonces le saqué una foto con el celular y seguí para mi trabajo...”.
Con mucho entusiasmo, Gustavo Raik, continuó: “La respuesta vino unos días después... A los dos días de haber visto al portón empecé a buscar en mi archivo de postales viejas. Yo buscaba de dónde podía haber salido. Porque no parecía ser parte de un depósito municipal, sino más bien de un palacio o de un petit hotel. Busqué en antiguas guías telefónicas que colecciono para ver si ahí, alguna vez había estado alguna casa importante. Nada... Entonces empecé a pensar que si estaba en una dependencia municipal podría haber venido de otro lugar por estar en desuso. Ahí se amplió el panorama. Cuando era chico mi mamá me había contado que el Parque Lezama había estado enrejado. Siempre tuve la fantasía de saber a dónde habían ido a parar esas rejas. Fue en la época de los conservadores que se quitaron esas rejas como un gesto democratizador. Antes era aristocrático. La Municipalidad lo había adquirido a Angela Alzaga de Lezama. Ella decidió venderlo a bajo precio con el requisito que llevara el nombre de antiguo propietario, Gregorio Lezama, quien construyó el palacio que es la actual sede del Museo Histórico Nacional”.
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