Boxeadores y boxeo argentino de la nueva camada, como el flamante campeón argentino supergallo, Alberto Melián, deberán luchar con lo que de ellos dejó el último modelo AIBA, en un nuevo contexto, el profesionalismo ortodoxo, donde tendrán que reverdecer laureles que amagaron cosechar, condenados a seguir lustrando la chapa si quieren obtener brillo. La incógnita es si podrán

Esta vez vamos a hablar con el diario del lunes.

No por deslealtad ni especulación, sino porque era necesario esperar a que se desarrollen los acontecimientos para observar realidades, actualidades, y aun así sería algo temprano para aventurar conclusiones definitivas, pero digamos que ya es hora de empezar.

Se trata de la pelea de Alberto “Impacto” Melián del pasado sábado, cuando conquistó el título argentino supergallo al vencer por KOT 8 a su hasta entonces poseedor, el experimentado Julián “Chispita” Aristule, cordobés igual que él, de 34 años, y que con 40 peleas expuso su cetro nacional ante el ex doble olímpico, de 28, que tenía solamente un combate como profesional tradicional.

Melián ganó por lógica natural, casi por mandato deportivo. Una joven promesa del boxeo argentino, contra un veterano que puede ganar o perder contra cualquiera. Uno de esos campeones que llenan circunstancialmente el vacío interior.

Pero el prometedor tenía que atravesar esta prueba YA, ahora, ni mañana ni pasado, para ver dónde estaba parado respecto del máximo nivel casero, habida cuenta de que perdió dos períodos olímpicos (8 años) en AIBA y ahora todo le urge. Y porque tiene además enfrentamientos -en esa esfera amateur- en las ligas de elite, confrontando con la creme de la creme, ganando y perdiendo contra los mejores –más ganando-, al punto que hasta se le consideran rentadas –según la FAB- las 6 que hizo en la APB (AIBA Pro Boxing), donde llegó a la final.

O sea, tiene equivalencias de sobra para, no solamente enfrentar, sino para pasar por encima a cualquier púgil argentino y mirar pronto los rankings mundiales para entreverarse con los de arriba y pegar el salto.

Sin embargo -y extrañamente-, pese a ganar cayó en el 1º.

Cayó ante un púgil que tiene su pegada, pero que acumula 16 victorias antes del límite en 32 triunfos -además de 9 derrotas-, es decir, no es un Tyson.

Y no fue una mano de suerte, ni furibunda, ni aislada. Fue una mano del montón en un intercambio, y una situación que duró varios segundos, demostrando que Melián es frágil para recibir, o está frágil tras su paso por AIBA, con topes frente a todos los cracks.

Y la realidad indica que un púgil que no aguanta la mano, no tiene futuro internacional.

Pero no fue sólo eso. Melián en el amateurismo era eléctrico, veloz, chispeante, picante, un rayo que entraba y salía, que combinaba manos de a tres o cuatro en el mismo tiempo en que otros tiraban una.

A ese Melián, en el terreno profesional que inició el año pasado en la FAB (GKO 5 a Diego Santillán), lo perdimos.

Su físico laxo y opaco no irradia vigor ni salud boxística. No brilla, no está cubierto por la adrenalina de las estrellas.

Su actitud apagada denota tristeza, quizás aburguesamiento. O aburrimiento. Pareciera que pelea por obligación, porque es boxeador, es joven, es bueno, y es mucho más fácil seguir dedicándose a esto que dar marcha atrás y comenzar algo de cero. Dicho en otras palabras, sala sensación de que pelea porque no sabe hacer otra cosa.

Sin reacción, sin creación, impreciso. A un cuarto de máquina igual comenzó a dar vuelta su pelea por peso propio, o por carencia ajena. Y si bien derribó 3 veces a Aristule, en el 5º, 6º y 7º, todas fueron por hooks a la zona baja (hígado o estómago), dos de zurda y una de diestra, efecto que logró con llamativa facilidad ante un rival trajinado, de los que no le pondrán afuera.

Así y todo le costó definir, y recién lo hizo porque el rincón de Chispita –El Canga Bonet- tiró la toalla ni bien se inició el 8º, por el corte que su pupilo tenía en la ceja derecha, autoproducido por el mismo Aristule por avanzar mal con su testa, sin que el árbitro Víctor Correa jamás le advirtiera nada.

El mismo árbitro que en el 1º round se quedó detrás de Melián haciéndole de pared, impidiendo su escapatoria y propiciando su caída. El mismo que en el 5º no descontó 1 punto al campeón por arrojar el bucal voluntariamente tras irse al piso. Todo por impericia o desconocimiento de reglas básicas. Y allí, en lo básico es donde falla también el boxeo argentino.

Básico es al menos amar al boxeo, entrenar con humildad y sacrificio, estar bien físicamente, tener entusiasmo y aspiraciones. No parece el caso de Melián hoy, ni de la mayoría de los del ex equipo olímpico.

Uno se pregunta qué será del otro referente de Los Cóndores, Yamil Peralta, que tras los JJOO de Río aún no debutó –es el único-.

Alberto Palmetta esta vez subió bien, fino, preciso, veloz, y se reivindicó de su anterior derrota ganando por KO 2, él, que no es un noqueador. Quizás las derrotas sean mejores maestras.

Lo cierto es que éstos son los muchachos de la próxima camada que llevará adelante los destinos del boxeo argentino, tan acordes unos con otros. Un boxeo que está rearmando sus pedazos y viendo a cada paso cuáles son los frutos aprovechables que el último modelo de la política de AIBA nos dejó, con sus pros y sus contras.

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