Las lisas del Salado nos obligaron a cambiar de técnica de pesca
varias veces en una misma jornada, pero el que se toma el trabajo tiene
premio. Un pescón de hermosos ejemplares.
No es frecuente encontrar la cantidad de lisas activas que nos tocó pescar en el Salado días atrás. Esta especie “caprichosa” que muchas veces manifiesta su presencia y nos desespera con su inactividad, esta vez estuvo enloquecida al compás de los calores veraniegos de una semana con más de 30 grados. Pero como con esta especie siempre hay algo nuevo por aprender, en esta ocasión hubo que cambiar tres veces de técnica de pesca para no perder continuidad en las capturas.
Nada mejor para el novato que compartir una salida con una caña experta que pueda no sólo explicar sino mostrar cómo se pesca esta especie. Por eso confiamos siempre en nuestro amigo Hernán Fernández, de la firma Sources, y en nuestro guía de confianza en la Ruta 2, Juancito Bravi. Junto a ellos visitamos el pesquero Arroupe, en Lezama, con ingreso por el Km. 162,5 de la Ruta 2 mano a Buenos Aires y 5 Km. de tierra consolidada, siguiendo carteles con rumbo al río. Una vez en el pesquero, Cachi Arroupe nos orientará sobre la zona más conveniente de acuerdo a los últimos rindes. En esta ocasión nos dirigimos a la izquierda, hasta un gran desborde donde el agua ganaba el campo, dejando una franja inundada donde se veían emerger los pastitos orilleros antes de caer en el veril. Ese es el ámbito ideal para la lisa, que sube a estas aguas bajas en busca de alimento.
Hernán arrancó con un chiripa, en tanto el guía Juan Bravi puso línea de flote. Los resultados fueron mejor en la línea convencional de tres boyas y puntero zanahoria final. Por lo tanto, tras ver cómo Bravi lo escamaba con tres o cuatro lisas en su haber, el Bocha Fernández también se pasó a línea de flote. Ambos comenzaron a pescar parejo, haciendo movimientos de tira y afloje en la línea, el tradicional “tiki tiki” en las boyas, que parecían irritar mucho a la lisas. Pero todo cambió al mediodía, cuando parte del grupo paró a comer, y entonces notaron que la cañas que estaban en reposo tenían piques violentos, en tanto los que continuaban a los tironcitos no pescaban. Así de cambiante es esta pesca.
Pero por si esto fuera poco (como dicen los vendedores de colectivos), entrada la tarde, un cardumen grande empezó a moverse a 30 o 40 metros de la costa. Los muchachos cambiaron el remate de las líneas de flote retirando la boya zanahoria y poniendo una boya mandale o “volcadora” (ésa que permite enroscar tres o cuatro metros de nylon en una reserva y ponerle una plomada al final para poder pescar a flote evitando que la correntada se lleve el aparejo). La cantidad era impresionante, a tal punto que al tirar la línea, el plomo de la volcadora no alcanzaba a tocar el fondo cuando ya se producían llevadas en las boyas. De este modo, todos los miembros del grupo (Hernán, Juancito, Marito, El Abuelo, El Bebe y su sobrino) pescaron unas 50 piezas. Así, vemos cómo hubo que pescar de tres maneras distintas (de flote a línea en movimiento, con línea quieta y tirando adentro con mandale) para cerrar una jornada inolvidable.
Como consideraciones finales cabe aclarar que en este revelamiento se usaron cañas de la línea Surfish, tanto las clásicas de los modelos Lissa, Surpress o Chasicó, como las eficientes Team Surfish de 4,30 mts y Calibber de 3,80. Los reeles usados fueron los Tica Gk3000 y los Bora 20 de Surfish, cargados con multifilamento de 0,18. La carnada utilizada de forma exclusiva fue la lombriz de tierra y rindieron mejor los anzuelos curvos tipo 142-N de Eagle Claw o Maruseigo del 16. Se usaron boyas de 18 a 22 mm, en colores negro y verde oscuro, en ese orden de rendimiento. La brazolada fue de apenas 10 cm cuando pescamos cerca de la costa, y cuando pescamos a 40 metros, rindió mejor la de 25 cm. A no olvidar para esta pesca llevar posacañas, repelente de insectos, protector solar y abundante provisión de líquido.