Los consumidores de carne de pescado deberán afinar el ojo (y quizá también el olfato) desde ahora en adelante a la hora de seleccionar los cortes, luego de que un grupo de biólogos del Conicet y la Universidad de Mar del Plata demostraran que al menos el 22 por ciento de los filetes comercializados no responden a lo que indica la etiqueta.
Quizá el “me vendieron gato por liebre” pase a ser sustituido por los habitantes de la Costa Atlántica por un “raya por abadejo” o “tiburón por atún” luego de la divulgación de un trabajo que revela no sólo un fraude económico en lo comercial sino también con un riesgo sanitario y también ambiental ya que muchos de los peces que se utilizan para suplantar a otros están en estado de vulnerabilidad ante esta depredación.
“Hicimos un relevamiento en las pescaderías de la costa bonaerense y nos encontramos con que uno de cada cinco filetes de pescado que se venden no es lo que indica la etiqueta”, le dijo a Telenueve Gabriela Delpiani, investigadora del Conicet.
Entre otros descubrimientos, los biólogos descubrieron que en la menos 40 comercios esparcidos desde San Clemente a Bahia Blanca, el 22 por ciento de los filetes que se venden es trucho. Entre las suplantaciones, los investigadores encontraron que se reemplaza raya por abadejo, tiburón por chernia o pez gallo por atún. Por supuesto que la única manera de darse cuenta es habiendo probado los pescados, pero eso ocurre después de comprarlos, cocinarlos y consumirlos, con lo cual la estafa ya está concretada.
“En ocasiones, se reemplaza los cachetes de abadejo por cachetes de raya, que es un pez que se emplea para hacer harina de pescado, y su valor es irrisorio; en tanto que un cachete de abadejo tiene un costo de 350 pesos aproximadamente”, advirtió Delpiani.
Pero además, la investigación dejó al descubierto que muchos de los peces que se utilizan para la suplantación son cartilaginosos lo que supone un duro golpe al medioambiente ya que se trata de especies en peligro de extinción como los tiburones gatuzos o cazones y rayas, que se encuentran en la lista roja de la especies que tienen prohibida su pesca.
El informe del Conicet y la Universidad de Mar del Plata tomó una trascendencia tal que llegó a las páginas de la revista científica Fisheries Research. Allí se especifica que para determinar a qué especie pertenecía la carne comercializada, tomaron una muestra de tejido de cada animal a la que le realizaron un análisis molecular y lo compararon el resultado con el de una biblioteca electrónica de acceso público. El procedimiento tiene entre un 95 y un 99 por ciento de fiabilidad.
Este informe, si bien representa un importante descubrimiento, no pasa de lo que es, y ahora recae en las autoridades pesqueras, en el Gobierno o en los organismos de Defensa al Consumidor la responsabilidad de buscar a los responsables y ordenar la situación.