Era un final para recibirse de candidato. Pero el equipo quedó aplazado, lo mismo que varias individualidades que tuvieron actuaciones que encendieron las luces de alerta en el tablero de este colectivo que conduce Jorge Sampaoli y que, en la recta final rumbo al final, empezó a echar humo por el capot.
Hasta hace unas horas, la nómina de 23 futbolistas para jugar la Copa del Mundo, parecía tener algunos apellidos anotados con tinta indeleble. Pero el baldazo de agua helada que representó la goleada con baile ante España, borroneó los papeles y ahora, cuando ya no hay tiempo para nuevas pruebas, las dudas ganaron la primera plana.
El caso más representativo de este cuadro de situación fue el de Gonzalo Higuaín que, otra vez con el selector en “modo Selección”, le dio forma a una actuación desastrosa: perdió un gol con el juego 0 a 0, rebotó mal todas las pelotas que pasaron por sus pies y mostró una respuesta física muy alejada de las exigencias de la competencia de elite.
El Pipita es el emblema de la legión de futbolistas resistidos en el álbum de figuritas signadas por el fracaso. Sampaoli llegó con aires de renovación, le dio un largo descanso en un momento, pero le revalidó su pasaporte mundial, evidentemente decidido a conformar al Messi a la hora de buscarle socios.
Pero no sólo Higuaín volvió a dar preocupante pasos en falsos en una época en la que las selecciones en serio ya caminan a pie firme. Mascherano, en su función contendora, evidenció un retroceso alarmante; la zaga central, Otamendi-Rojo, cometió todos los errores que el Manual del Defensor advierte a los que recién empiezan (incluido un inadmisible gol de arco a arco); Biglia decepcionó en todo sector del campo; lo mismo Banega; y en el arco, donde Caballero había dejado señales positivas con su debut ante Italia, volvieron los signos de interrogación con tipografía de título catástrofe.
¿Queda margen para pegar algún volantazo? Parece que no. Los plazos no alcanzan para modificar lo que parece uno o varios errores. Sobre todo si se le da prioridad a cuidar las formas de un proceso; porque si en realidad el DT se animara a patear parte del tablero, perdería mucha seriedad pero, en una de esas, ganaría algunas variantes en favor de la efectividad que necesita un equipo que saldrá a la cancha, sobre los terrenos rusos, con la vara de la exigencia muy alta, después de un subcampeonato en Brasil que dejó a todos con la sangre en el ojo.
Sampaoli maneja y, antes de entrar en la verdadera ruta, sale humo por todos lados. Claro, confía en que el mejor piloto de su escudería, corrija el rumbo, como lo hizo cuando quemaban las papas de la clasificación. Y no queda otra. Por lo visto ante España, estamos en las manos de Dios.