"Caro, pero el mejor”, decía la publicidad de los televisores Grundig, tan famosos en la década del ochenta. No sería un slogan para acompañar la contratación de Jorge Sampaoli por parte de la AFA. Todo lo contrario: el técnico terminó siendo caro, pero el peor.
Después de la renuncia del Tata Martino que nos envió a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro con Julio Olarticoechea como DT dando una mano ante la anarquía general, la AFA resolvió romper el chanchito, forzar la salida del Patón Bauza y siguiendo las directivas (o sugerencias) de los referentes de la Selección, contratar a Sampaoli haciendo frente a todas las complicaciones económicas.
Primero hubo que pagarle a Sevilla la cláusula de salida del entrenador: 3 millones de euros. Al mismo tiempo, ofrecerle al DT un millonario contrato por cinco años, de manera de garantizarle un plazo acorde para desarrollar su proyecto deportivo y para que compensara los años que tenía de trabajo asegurado en el club español. El mismo contemplaba la integración de un numeroso cuerpo técnico. Para entonces, la AFA, que ya tenía en las letras rojas de su balance deudas con Martino y Bauza, debió liberar sus cuentas para costear los viajes de Sampaoli y sus colaboradores para las distintas entrevistas que realizó por Europa con los jugadores que estaban en sus planes y con otros (como Mauro Icardi) que de un día para el otro quedó al margen.
Se decidió que la última escala de la preparación rumbo al Mundial fuera Barcelona, tierra adoptiva del capitán argentino Lionel Messi. Allí se gastaron 200.000 dólares incluyendo el lujoso hotel Sofia. A esa altura, ya se había contratado el avión de la banda The Rolling Stones, el lujoso chárter que costó 2,5 millones de dólares para trasladar una delegación de 84 personas, entre plantel, sparrings y comitiva.
Para compensar algunos de esos gastos, la Selección Argentina tenía a chance de organizar un partido amistoso; otra mente afiebrada eligió el rival y la sede más convulsionados políticamente. Esa historia terminó con suspensión del juego -decisión del plantel- y pérdida de los 2 millones de dólares que le correspondían a la AFA como cachet, cifra a la que habrá que sumar la demanda que Israel anunció por el incumplimiento del contrato.
Ya en tierra rusa, la delegación argentina se instaló en el predio deportivo de Bronnitsky que por pedido de la Selección Argentina fue especialmente remodelado, con tareas que demandaron la erogación de unos 2 millones de dólares aportados por la AFA.
Ahora, después del fracaso con estrépito que significó la eliminación en octavos de final en Rusia, los dirigentes pretenden obligar a Sampaoli a dar “gratis” un paso al costado. Aislado hasta de sus propios colaboradores, el DT pisó suelo argentino en la mañana de ayer con una sola versión de su parte respecto al futuro: “No suelo irme de los lugares que me gustan”, dejando en claro que para que deje el cargo deberá ser cesanteado, tarea para la cual la AFA debería desembolsar los 20 millones de dólares que se pactaron en el momento de contratarlo, salvo que esperen hasta después de la Copa América 2019. Una cifra que ahora, con una apuesta perdida, se transforma en un gasto del que ninguno se quiere hacer responsable: “Si no tienen la plata que ofrecieron, que venda en el predio de Ezeiza y nos paguen todo”, deslizó en la intimidad un integrante del cuerpo técnico. Cuando se firmó ese contrato, el dólar cotizaba a 16,30; hoy, a casi 30, se duplicaron todos los valores, incluso la cláusula de rescisión.
Eso sí, por llegar a octavos de final del torneo la AFA cobró (a repartir con los jugadores en partes iguales) unos 11 millones de dólares. Una gota de agua en el descenso.