En un fin de año turbulento, la Selección Argentina le volvió a dar otra alegría a un pueblo dividido por la política nacional. Y siempre representando a los argentinos.

La Selección Argentina lo volvió a hacer. El 'Maracanazo' del martes por la noche no solo quedará en la historia por significar la primera derrota de Brasil jugando de local en Eliminatorias, sino también por ser una nueva gesta popular de un equipo que representa a su gente dentro del campo, pero por sobre todas las cosas, la defiende fuera de la cancha. La simbiosis con los hinchas vale más que cualquier título.

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En un fin de año turbulento, con un país inmerso en una crisis económica, una población dividida por una reciente elección presidencial que implicó mucho más que la decisión de quién será el presidente de la Nación durante los próximos cuatro años, y que volvió a ubicar a la grieta en el centro de la escena. Pero esta Selección juega para todos.

Los contextos pueden definir la grandeza de los logros. Y si la Copa América 2021 le puso pausa a una pandemia, y el Mundial de Qatar le devolvió la ilusión primero, y la felicidad luego, a más de 40 millones de personas, que en mayor o menor medida, encontraron en el fútbol una vía de escape de la realidad, el gol de Nicolás Otamendi de cabeza generó un nuevo abrazo reconciliador.

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El futbolero es emocionalmente dependiente del resultado de su equipo: un triunfo el domingo antecede una buena semana, así como una derrota es el comienzo de largos días de mala cara.

Pero esta Selección no le pertenece solo a los futboleros, es patrimonio cultural de la Nación. Porque replica la representación que se ganó con la pelota en los pies con gestos de grandeza.

A veces se le reclama a los futbolistas que tomen postura. Como no tienen la obligación de hacerlo, a sabiendas de las consecuencias que les puede implicar, y de que muchas veces tienen más para perder que para ganar, es aún más destacable cuando deciden hacerlo genuinamente.

Políticamente hablando, los integrantes de la Scaloneta deciden abstraerse, más allá de algún aislado Me Gusta en redes sociales. Pero mejor que decir es hacer, y nada como ponerle el pecho a los palazos.

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Eso es lo que hicieron en la noche del Maracaná. Porque como ya es moneda corriente cada vez que un equipo viaja a jugar en Brasil, la policía reprime ferozmente a los hinchas argentinos. Esta vez, la barbarie ni siquiera quedó fuera del estadio. En plena tribuna, y sin discriminación de víctimas, los efectivos militarizados atacaron a mansalva a personas que dejaron mucho solo para ir a ver patear la pelota a Lionel Messi y compañía.

Y fue justamente el capitán el que, en un nuevo gesto maradoniano, siguió su impulso y decidió interceder. Atrás de él, sus incondicionales. Emiliano Martínez hasta arremetió contra un policía con el objetivo de evitar que le pegue un palazo a un hincha. Jugadores asistiendo a damnificados, incluso mujeres, que habían sido violentadas por quienes están allí con el único deber de cuidarlos.

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Y fue Messi también quien dijo "nos vamos, no jugamos". Simbólicamente, el rosarino se ganó la autoridad para tomar decisiones que en la práctica no le corresponden. Pero cómo hacerte el desentendido cuando a metros, los tuyos sufren. El triunfo fue también una revancha en honor a los hinchas. Y no solo a los de la Selección, sino a todos aquellos que sufrieron lo mismo semanas, meses o años atrás.

Sin la presencia física de Diego Armando Maradona, la revancha del pueblo en el fútbol está, por ahora -y seguramente por mucho tiempo más-, en esta Selección de Lionel Scaloni, quien también le puso el ataúd a la histórica y absurda grieta Menotti-Bilardo.

Se trata de representación. Ellos tienen un poco de todos. Como la resiliencia de Di María, la simpática soberbia del Dibu, o el pecho caliente de De Paul, sobre todo en los partidos importantes. Y así, la lista sigue. A fin de cuentas, juegan en el extranjero pero nacieron en Argentina.

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Claro que los títulos son, en definitiva, los que otorgan esta legitimidad. Es que sin esos triunfos, quizás esta podría ser otra selección del montón. Pero así como deportivamente el desafío siempre es seguir ganando, sostener el vínculo simbiótico con la gente no es tarea sencilla, y tampoco un aspecto menor. Mucho menos cuando se la carga de responsabilidades que no les corresponden, pero que los protagonistas asumen.

La Selección Argentina es campeona de América y del Mundo. La Selección Argentina es, como nunca, y aunque suene redundante, argentina. Es del pueblo, no entiende de grietas, y tiene en su ADN la necesidad de darle alegrías a 46 millones de personas.

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