Castigado como ninguno y generoso como pocos, el Río de la Plata continúa brindándonos magníficas posibilidades de pesca en las modalidades más deportivas gracias a una ictiofauna que -pese a todo- se las ingenia para sobrevivir. Así, la creciente que a principios de año fue flagelo de las provincias del Litoral, dejó como suele ocurrir una proliferación de especies que aceleran sus desoves ante esos fenómenos cíclicos. En ese contexto el estuario rioplatense asiste a un aluvión de doradillos y pirá pitás, que son un deleite para pescar con equipos livianos. Invitados por el guía Hernán Dussaut y con un equipo de notables pescadores que hacen verdad aquel lema del genial Roberto Zapico Antuña que decía "equipos livianos hacen peces grandes", partimos junto al mosquero Mariano Ravizza (del portal Wild Rivers), y los amigos Walter Glowaki y Luca Raffa de la guardería el Albardón, en Tigre, para probar piedras y salidas de agua hacia la zona de Capital Federal.
Día cálido más un viento que fue intenso por la mañana y luego fue mermando, conspiraron a favor para que desde el primer intento -aun cuando el guía no había anclado- ya estuviésemos pescando doradillos de 800 gramos al kilo y medio.
Dedicamos la mañana al spinning y baitcast, haciendo base en una salida de agua muy rendidora donde se lucieron señuelos Bomber, algunos rattling de diversas marcas, Rapalas DT, Rebel Deep, Tech de paletas de profundidad, jigs de pelos y látex y hasta poppers para accionar violentamente en superficie, pues en un momento tomaron arriba y logramos clavar algunos en esta modalidad.
El mosquero del team, Mariano, esperó su turno y a la tarde jugamos para él liberándole la parte más cómoda de la lancha para que pudiese hacer sus mejores lances, que efectuó con maestría. Pero pese a lograr pinchar unos cuantos, no se lograba extraer uno para la foto, hasta que esta tarea que parecía sencilla se terminó logrando.
Mi rato de gloria fue pasadas las 15, con un señuelo de paleta profunda que marcó diferencias por sobre el resto de los artificiales, recibiendo varios ataques por pasada.
Un párrafo para el guía Hernán Dussaut, que pese a haber organizado esta salida de amigos no olvidó nunca su rol de guía, brindando servicio en todo momento, asistiendo a sus tripulantes para extraer y desanzuelar las piezas, así como para devolverlas, sin olvidar sus mates y múltiples atenciones que tuvo para con nosotros resignando su propio disfrute. Para recomendar no sólo por su atención sino por la bonhomía de su carácter, su conversación amable y la permanente sintonía con el código de diversión elegido por sus clientes: en este caso, pesca puramente con artificiales y devolución garantizada.
En resumen, una jornada con más de 300 piques y unos 70 doradillos arriba cobrados entre cuatro. Sin dudas una pesca de alta diversión cuantitativa, donde faltó el tamaño pero sobraron emociones. El juguete: un doradillo que es todo futuro y hay que cuidar manipulándolo correctamente antes de devolverlo (ojo con los accidentes que estos saltarines nos pueden poner un señuelo en los dedos), usando el bogagrip derecho al brazo y no en ángulo de 90 grados con el pez, para evitar perforarle la membrana gular, y desanzuelándolos rápido con pinzas largas para devolverlos prontamente a su medio.
Por desgracia, a nuestro lado, una lancha con pescadores "poco evolucionados" hizo una verdadera masacre matando doraditos mínimos. Lamentable.
Pero salvando estos tristes episodios, hay que aprovechar este gran momento del Riopla para divertirse en grande con dorados chiquitines.