La donación de órganos, pese a los grandes avances logrados en la concientización social, aún es un tema complicado por numerosos motivos. Pero en el caso de los niños, la falta de donantes se vuelve todavía más dramática.
Ciro Fernández tiene solo 4 años, nació en mayo de 2017 en Mar del Plata, y es una de las víctimas de este grave problema. Antes de cumplir su primer año, se le descubrió una cardiopatía congénita, y los médicos que lo atendieron coincidieron en que la única solución era un transplante de corazón.
Pese a ser incorporado de inmediato en una lista de espera, el pequeño Ciro aún aguarda la posibilidad de recibir un órgano, que obviamente debe ser de un niño o niña de su misma edad o aproximada, algo que no es sencillo. Mientras tanto, recibe medicación permanente que lo ayuda a sostener su precaria salud, y se encuentra entre los primeros en la lista para recibir la donación, que aún no le llegó. Las Cardiopatías Congénitas son actualmente la principal causa de muerte en el primer año de vida, y una cardiopatía no detectada a tiempo será un niño que puede fallecer mañana.
Los padres de Ciro, Carla y Alejandro Fernández, ambos de 28 años, quienes también tienen una hija de 7, Agustina, se trasladaron hace poco más de dos años a la Ciudad de Buenos Aires, donde viven en el barrio de Almagro, ya que el Incucai les dijo que, de aparecer un donante, no podían estar a más de 200 kilómetros de distancia.
El padre de Cirito es trabajador marítimo, por lo cual suele viajar con asiduidad, y esto significa para su madre cumplir con frecuencia un doble papel. Pero por suerte, la obra social de los marítimos les cubre la totalidad de los gastos que le insume el tratamiento de salud de su hijo.
Carla cuenta a Popular que "Ciro nació normal, pero a los 10 meses empezó con neumonía, broncoespasmos y bronquiolitis, le mandaban paf, y medicación con corticoides, esto le dañó el corazón, y surgió una cardiopatía, por lo que nos derivaron a un hospital porteño especializado en pediatría para tratarlo".
Su madre señala que "lo vieron varios especialistas, y coincidieron en la necesidad del transplante, pero desde hace dos años y medio estamos esperando ese corazón que lo devuelva a una vida más normal".
Según comenta Carla, "si bien va a un jardín cercano, en Parque Centenario, y juega con sus amigos, no se alimenta ni crece tan bien, pesa 12 kilos, cuando el peso adecuado sería de 16, y por eso se necesita un donante muy pequeño".
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Haciendo referencia a la Ley Justina, que es para mayores de 18 años, Carla señala que no hay algo similar para las edades infantiles, y eso sería importante al tiempo que reconoce que "hay que estar de los dos lados, como mamá entiendo que es difícil la decisión de donar un órgano de un ser querido".
La ley sería muy importante, ya que "si algún día la vida te hace una mala jugada, digas: me acordé de una mamá que necesita un órgano para su hijo, y pensar que parte de su ser querido puede seguir viviendo en otros y salvar vida. Es un modo de tener empatía".
Actualmente Ciro recibe medicación via oral y controles mensuales en un hospital pediátrico porteño, pero según expresa su mamá "por suerte no tuvo resfríos ni problemas graves en el último año y tampoco debió ser internado".
Explica que "no puede sobreexcitarse ni correr mucho, aunque ve a sus pares y quiere hacer lo mismo, pero yo trato de controlarlo, aunque intento que juegue con sus amigos, y no se sienta con un complejo y que su problema no limite las actividades naturales de la infancia".
Para difundir el caso de su hijo, sus padres armaron una página llamada "Los órganos no van al cielo", donde se dan cita familias con problemas similares. También se puede acceder al FB "Todosconcirito", donde se ven fotos del niño e información sobre su situación y sobre el tema de transplantes.
Carla define a Cirito como "un chico alegre, que juega, y tiene inquietudes, y al crecer pregunta con más frecuencia ¿por qué no llega mi corazón?, algo muy duro". Ojalá muy pronto tenga la respuesta y pueda comenzar una nueva vida.