Un 5 que la rompióPese a haber logrado que su número 1, esa especie de I latina en mayúscula, se convirtiese en una marca registrada durante dos décadas,
Ubaldo Matildo Fillol también hizo historia con otros dorsales.
Gracias a las viejas listas que respetaban el orden alfabético, en 1978 el
Pato levantó la Copa del Mundo en nuestro país, enfundado en un buzo verde que llevaba el 5 en la espalda. Cuatro años más tarde, en el Mundial de España, usó el 7. ¿A quiénes les había caído el 1 en suerte? A Norberto Alonso, primero, y a Osvaldo Ardiles, después.
En el exteriorEl excéntrico portero mexicano
Jorge Campos se destacó siempre, no sólo por su ropa llamativa, sino también por su versatilidad a la hora de escoger puesto dentro de la cancha. Podía jugar, tanto de arquero como de delantero, según lo requiriese el equipo o el partido. Sus coloridos buzos llevaron muchas veces el 1, pero en varias oportunidades lució el 9, aún con los guantes puestos. Hasta el momento de su retiro mantuvo esa dualidad.
Otros arqueros como el paraguayo
Mario Villasanti y el argentino
Federico Vilar, se destacaron usando el 3, típico número para un marcador de punta.
Número sagradoConvocado a la selección argentina por sus buenas actuaciones en Racing,
Ignacio González se encontró, de un día para otro, con la responsabilidad de llevar un número con mucha historia: el 10. Nacho utilizó ese dorsal en la Copa América de 1997, bajo el mando de Daniel Passarella, que extrañamente eligió para esa competición el viejo sistema de la numeración por orden alfabético. Por supuesto que el mismísimo Diego Maradona se quejó de que un arquero usara la diez.
Al que le toca, le tocaEn la temporada 1997/1998 la AFA habilitó la designación de un dorsal fijo para cada jugador de Primera División. Hasta ese momento, la numeración se limitaba al uso correlativo del 1 al 11 para los titulares y del 12 al 16 para los suplentes. Así fue como se le dio el pie a una de las máximas locuras colectivas que se recuerde en nuestro ámbito.
Impulsados por una utilería bastante informal, los jugadores del Deportivo Español terminaron
tomándose con gracia la elección de la casaca.
“Cuando vi la lista que había confeccionado el utilero me puse furioso. Con el 1 aparecía Carrario y con la 10, yo. No entendía nada. Primero me sorprendí: yo odiaba ese número, no lo quería. Pero ahora estoy feliz. Realmente tiene un sabor especial", declaraba unas semanas más tarde el arquero
Sandro Guzmán a la revista El Gráfico.
Como si fuera poco, al arquero suplente,
Gustavo Dalsasso, le tocó el número 2. Por supuesto que, con tanta joda en el vestuario, se terminaron yendo al descenso al finalizar la temporada.