Junto a Anita Martínez son la sorpresa de la temporada en Carlos Paz. después de ganar el bailando la gente los eligió como la pareja del verano y el bicho lo agradece. "me crie entre monos, elefantes y leones, esa vida me enseño lo que soy y si no la extraño es porque siempre que puedo despunto el vicio del circo", dice.

Pasado el mediodía, Marcos Bicho Gómez logra despertar después de dos funciones de Anita y el Bicho, una Historia de Humor, en el teatro Del Sol. En pareja hace seis meses con su nueva novia quien fue su coach en ShowMatch, "engaña" el estómago con una picada de fiambres, define y rememora. "Me encanta trabajar. Haciéndolo me siento bien, es mi ámbito natural. De hecho, estando acá en medio de la temporada, ya estoy planeando y organizando cosas para el año. Siempre estoy laburando porque me gusta y porque, además, es de lo que vivo. Laburando para productores estaba en el medio. Tenía la confianza de Jorge Guinzburg y Daniel Comba de ser como el director de los espectáculos y estaba en la parte de producción porque ellos me lo permitían y me tenían fe. Eso me permitió aprender algunas cosas que no sabía y tratar de resolver desde varios lugares cosas sobre los diferentes espectáculos que fuimos haciendo. La tele me gusta pero el teatro es un lugar mágico".

l Tu crianza fue acompañada de un mono, ¿Qué recordás de esas épocas?

-Mi papá era adiestrador de chimpancés y siempre venía a casa algún mono a comer, merendar o pasar el día. Yeny era la mano más vieja y la que le había enseñado que me cuidara. Era muy gracioso todo lo que me pasaba con ella. Por ejemplo, yo andaba por ahí, mi papá le pedía que me vaya a buscar y ella venía a mi encuentro. Me agarraba de la mano y me llevaba nuevamente a casa. Para la mona era muy tierno. Pero para mí que quería seguir jugando, no. Iba al colegio y me encontraba con que los chicos tenían de mascotas perros y gatos. Y yo pensaba que eso sería super aburrido. Yo vivía rodeado de elefantes, monos, camellos, leones. En ese momento no me daba cuenta, hoy, a la distancia, veo que era un mundo maravilloso.

l ¿Qué más recordás?

-Lo que yo soy ahora la base está ahí. Arranqué a trabajar en el circo a los cuatro años. Participé de los números que hacía mi familia con acrobacias. Me encantaba esta cosa de entrar a la pista y que la gente te aplauda. Cuando me portaba mal, la penitencia no era mandarme al rincón y no me dejaban jugar. A mí no me dejaban entrar a trabajar. Me amargaba mucho, hasta me ponía a llorar.

l ¿Qué añorás?

-No extraño porque mi familia sigue teniendo circo. En vacaciones de invierno despunto el vicio haciendo espectáculos circenses. Mi primo es el dueño de Circo 21, así que nos llamamos por teléfono y armamos un show enseguida. Hay olores que me recuerdan a mi infancia como ser el de lluvia, al aserrín que ya no hay más... Lo que no añoro es viajar, algo que con el circo se hace siempre.

l Hoy ya no viajás tanto...

-En el circo tenés tu lugar fijo. Lo que pasa es que es tu casa rodante. Siempre estás en la misma casa, lo que cambia es el paisaje. Todos los días cambiás de patio, eso está bueno. Me molestaba mucho llegar, armar, instalarse y al otro día volver a cargar todo para irse. ¿Viste que la gente dice que cuando se muda sufre un estrés muy grande? Bueno, imagínate hacer eso todo el tiempo. Ahora voy al circo pero que me queda a veinte cuadras de casa. Hay tormenta y no se me mueve nada, me baño en mi casa. El momento de tormenta en el circo es cuando están más unidos que nunca. Hay que lidiar para que el viento y la lluvia no te tiren abajo la fuente de vida, eso es muy loco.

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