Tras Infancia clandestina, la actriz estelariza el nuevo film de Lucía Puenzo, basado en un libro de la propio directora. La actriz, que superó la prueba de hablar en alemán, cuenta por qué la sensibilizó especialmente la película y su propio personajes poco tiempo después de dar a luz a Merlín.
Natalia Oreiro vuelve al cine comprometido tras su paso en Infancia Clandestina (2012). El 19 de setiembre se estrena Wakolda, film si se quiere de nombre difícil y poco entendible pero que el mismo film se dedicará a develar en el camino infinito y friolento de las rutas patagónicas. Un paisaje imponente, bello y en el que es posible evaporarse. No dejar huellas para seguir con un plan macabro en la década del 60.
Si en Infancia Clandestina se interpela desde una realidad micro (el centro de la trama es una familia montonera) a una generación que arriesgó su vida frente a la dictadura militar, Wakolda también se mete en un aspecto histórico de nuestro país relacionado con la llegada de algunos jerarcas nazis.
Un encuentro fortuito de una familia de ascendencia alemana y un médico alemán (símil a Josef Menguele, conocido como el Angel de la Muerte en los campos de concentración en la Alemania Nazi) en un punto infinito de la Patagonia desata una historia de suspenso lento pero temible en una hostería a orillas del Lago Nahuel Huapi.
Oreiro interpreta a Eva, una mujer embarazada de mellizos y con dos hijos adolescentes, Lilith (Florencia Bado) y Tomás (Alan Daicz) y su esposo Enzo (Diego Peretti). En la escuela alemana a la que van sus hijos, Lilith es víctima de las cargadas de sus compañeros por su baja estatura a sus 10 años. En un acto desesperado de madre, confía en el médico en cuestión sin saber que esconde otra identidad.
"El desafío de la película no era aprender el idioma alemán (su personaje y el del médico hablan en ese idioma), sino la toma de decisión de una madre y que sin saberlo la expone a un experimento. Yo comencé el rodaje seis meses después de parir a mi hijo Merlín y esto le generó una gran contradicción a mi personaje. No importaba tanto el guión, sino lo que podía hacer una madre afectiva y muy protectora. Cada vez que veo la película a mí me causa rechazo. Eva va a dar a luz a dos criaturas y ella está convencida que es lo mejor, pero en su interior le hace un poco de ruido esta actitud".
La primera escena del film ya despierta algún destino extraño y muy develadora de los personajes. Es el encuentro de Lilith con Menguele. A la niña, pequeña de estatura para su edad, se le cae su muñeca de tez morena llamada Wakolda (en honor a la mujer del cacique mapuche Lautaro que se levantó contra la conquista española). La recoge Menguele y de ahí en más nace una relación simbiótica.
En palabras de Oreiro: "Lilith se encuentra en la etapa del despertar sexual y se encariña con el médico porque lo ve como una salvación y, además, la presencia de él es muy atrapante. Lilith es una niña-mujer en la mirada y sería capaz de dejar a su familia para ir detrás de Menguele".
Sobre Menguele, la directora de la película, Lucía Puenzo, que se basa en su libro homónimo, describe que "la historia transita por un tema incómodo, que es la cadena de complicidad o de cierta simpatía que algunos nazis encontraron en varias partes del mundo cuando huyeron de Europa. En el caso de Menguele se tejieron muchas conjeturas y mitos, pero también existe una información contundente de su paso por el Cono Sur de América. Por ejemplo, en Buenos Aires, Menguele llegó a aparecer en una guía telefónica y tuvo una farmacia. De su paso por el Sur del país se dice que estuvo en Bariloche, pero no hay documentación al respecto".
Entre otros de los mitos de Menguele es que habría invertido en una fábrica de muñecas de porcelana en Bariloche de tez blanca con el nombre de la raza aria Herlitzka, la obsesión de los médicos nazis era llegar a una raza pura y perfecta a través de los estudios genéticos a diferencia del mestizaje de Wakolda. Para la directora del film "este supuesto constituía un elemento poderoso para tomar en la historia".
En las dos últimas películas de Oreiro, Infancia Clandestina y Wakolda, la actriz encaró dos roles de madre "muy dramáticos. Fueron desafíos absolutamente distintos. En Wakolda no sólo se da la fascinación de mi personaje con Menguele por el mismo origen de ambos, los dos somos alemanes, sino también por todo el entorno del lugar y eso es lo que a uno le produce muchos escalofríos. Yo un poco me enamoro y en mi interior sé que hay algo perturbador".
La cadena de complicidades de la que habla la directora y se plasma con absoluta naturaleza en todo el film es el elemento más provocador de la película. Y a juzgar por algunos periplos del film todavía existen resabios de la época nazi: "Cuando exhibimos la película en el Festival de Berlín hubo cierta molestia, nos preguntaron: '¿Por qué esta película y no otra?'". También en el Sur de nuestro país se encontraron con ciertos rechazos: "Por ejemplo, cuando se enteraron que tanto el elenco como los productores y técnicos de la película íbamos a parar en tal lugar, hubo algunos llamados telefónicos para rechazarnos".
Una de las locaciones que no aceptaron que se rodara el film fue el colegio alemán de Bariloche Instituto Primo Capraro: "En la película ni siquiera mencionamos el nombre, pero hay hechos que son reales como las fotos que nos aportó el documentalista Carlos Echeverría donde se ven formaciones de alumnos en el colegio con la bandera nazi izada y con el gesto del brazo en alto al grito de 'Hei Hitler'".
En Wakolda este tipo de imágenes no abunda porque, justamente, la intención no es mostrar el lado bélico del nazismo de la posguerra sino la vigencia de los planes, como la continuidad con experimentos en humanos. "No queríamos abordar a los nazis a través de sus estereotipos. Menguele era un señorito inglés en la sociedad y por eso era más peligroso que en un campo de concentración. Se lo consideraba un hombre culto y con un halo de gran seducción y creo que ésta es la cara más perversa que se muestra en la película. Menguele no tenía pegado en la frente: 'Soy nazi'".
LA CONSOLIDACION EN EL CINE Música en Espera (2008)
Es una comedia dramática y se la cita porque es la primera vez que protagoniza con Diego Peretti, dupla que se repite en el drama de Wakolda. En ambos films, los personajes de Naty están embarazadas. Bajo la dirección de Hernán Goldfrid, la actriz filmó por segunda vez junto a Norma Aleandro (la primera había sido Cleopatra) y demostró que en el género se mueve a sus anchas.
Francia (2009)
Oreiro se pone al frente de un drama por primera vez bajo la dirección de Israel Adrián Caetano. La actriz había hecho un paneo en el género con Las Vidas Posibles (2005), de Sandra Gugliotta, y La Peli (2006), de Gustavo Postiglione. Los últimos dos directores abordan el cine independiente. Si bien Francia no fue un éxito de taquilla, lo cierto es que a la actriz la va posicionando en un género distinto al de sus trabajos en la tele.
Infancia Clandestina (2012)
Oreiro se pone en la piel de Cristina para contar una parte de la historia argentina tras el golpe militar de 1976. Basada en una historia real, su director, Benjamín Avila, es hijo de desaparecidos. En esta película, Oreiro demostró sus matices para ponerse en el rol de una montonera con una familia a cuestas. La lucha por los ideales de una generación diezmada y asesinada por los militares.
comentar