"Me encanta ser la conductora”. La frase la sentenció Dalia Gutmann al hablar de su rol en La Culpa es de Colón: Edición Mujeres, el ciclo que ya inició su segunda temporada por Comedy Central y Telefé. La locutora y standapera además explicó: “Es un rol en el que me falta aprender mucho, pero que me encanta tenerlo. Es lo que más me atrae. Pensandolo también como conductora de otro tipo de programa. Hay gente que se siente más cómoda estando al costado, como columnista o segundo... El desafío conmigo misma es el de conducir, y me gustaría crecer en eso”.
-¿Cómo es “la cocina” del programa?
-En general, nosotras, que somos standaperas, estamos acostumbradas a escribirnos nuestros materiales. Preparamos los chistes sobre el tema y Vero Lorca, quien está en guión y coordinación, ordena todo para que ninguna se pise. Claro que nosotras escuchamos el chiste de la otra recién en el momento de la grabación. O sea que la risa es genuina. Tenemos camaradería y si a alguna no se le ocurre nada, ahí estamos las demás para colaborar. Es muy difícil actuar la risa cuando algo no te causa gracia, pero en general ellas son chicas que me hicieron reír siempre.
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Dalia, se sabe, es la esposa del humorista y conductor Sebastián Wainraich, quien además es futbolero. Ellos tienen dos hijos, Kiara, de 11, y Federico, de 6.
-Si un martes están en casa y juega Atlanta, ¿se ve La Culpa o el partido?
-Primero, los martes yo venía teniendo teatro en el Maipo, por eso hasta ahora no hubo ese problema. Es una buena pregunta, que yo no podría contestar... Bah, en realidad, Seba jamás dejaría de ver un partido de Atlanta.
-Hace poco recibiste un halago de Roberto Moldavsky por Twitter. ¿Hay una nueva y saludable forma de tratarse entre los colegas del espectáculo?
-No lo sé. A mí nunca me gustó el barro. Me peleo, pero nunca públicamente. Mi laburo pasa por divertir, por el humor. Pero sí hay mucha gente, incluso humoristas, a quienes les encantan las peleas mediáticas, que todo el mundo se entere y crear quilombo. Si lo hago, me gusta que sea puertas adentro. Los trapitos se limpian en casa. Por mi parte, como hizo Roberto (Moldavsky) conmigo, siempre que fui a ver algo y me gustó, hago algo para comunicarlo. Y si no me gustó, no hago nada. Jamás diría “qué mierda lo que acabo de ver”. Está buenísimo la comunión y es raro eso de pelearse para que la gente venga al teatro.
-Aparte de la TV, ¿cómo seguirá tu 2019?
-En el teatro, estoy empezando a despedir Cosa de Minas. Es la novena temporada y no la décima. Suena raro, pero es así. Hasta el 12 de marzo estuve en el Maipo y seguiré en gira por varias provincias, Chile, Uruguay y tal vez España. Además estoy por entregar mi tercer libro. Tendría que salir a fin de año. Y empecé a grabar podcast, programitas de radio. Pero ahí no saco mi lado de humorista. Son más tranquilos.
-¿Has llegado a hacer algo de tu vida cotidiana, como ir a una reunión de padres que no querés, para ver si te sirve la historia para algún monólogo?
-Jaja... Hay un humorista mexicano que vi en Netflix, que decía “yo empecé a hacer humor y me iba mal, pero me empezó a ir bien cuando comencé a hacer cosas por la anécdota”. No digo que uso una reunión de padres del cole de los chicos porque raramente faltaría, pero sí hay cosas que una hace solo por la anécdota, jaja.
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