El periodismo se transforma día a día en una profesión más parecida al showbusiness que a una servicio informativo como debe ser. Paneles repletos de mediáticos que discuten sobre quien tiene más glamour, mesas de programas políticos llenas de personalidades que se ufanan de tener la razón por sobre cualquier justificativo o de haber conseguido la primicia dos segundos antes que un compañero del mismo ciclo, y también los periodistas que han hecho de su nombre una marca registrada.
Tales son los casos de Luis Majul (que esta semana vendió una primicia inexistente en La Cornisa), de Luis Novaresio o de Jorge Lanata, que se da el gusto de abrir un ciclo de denuncias periodísticas con un show de “stand up”.
Por eso no es de extrañar que, a 25 años de aquel recordado ciclo radial que llevaba el mismo nombre, el periodista dedique la primera entrega de Hora 25 a sí mismo, en una entrevista introspectiva en la que repasó su más reciente internación y las vicisitudes de su prolífica y dramática vida, una vez más. “A los 56 años me enteré que era adoptado. Es un momento raro para enterarse: es más normal enterarte cuando sos chico. Cuando ya sabés quién sos, ¿para qué querés saber de dónde venís? Y lo primero que pensás es que te mintieron. Pensé durante mucho tiempo: "¿Los busco?" (por sus padres biológicos). Y entendí que no necesitaba hacerlo”, contó, reiterando lo mismo que cuando promocionaba su libro 56 (2017).
“Tomé drogas 10 años. Dejé de tomarlas por decisión propia. No es fácil; lo pude hacer. ¿Por qué me avergonzaría haberlo hecho? No estoy diciendo: "Chicos, droguensé". Nada que ver. Si pueden, evítenlo. Pero, ¿cómo avergonzarme de algo que me pasó, que tiene que ver conmigo? Y… sí: entre cuatro me tenían que agarrar porque no dejaba que me pusieran las vías para los antibióticos. Esa era mi verdad en ese momento. La gente se droga porque es una manera de acolcharse. ¿Por qué la gente se droga? Porque el mundo duele. Y hay gente más débil que otra. Y esa gente necesita que le duele menos, de alguna manera. No sirve, porque al final uno no se acolcha, pero cree que sí”, dijo en otro pasaje, justificando su histórica adicción a la cocaína “de la buena”, como supo definirla en su biografía escrita por Luis Majul.
Y esto es porque ya no hubo programa de TN o El Trece en el que Lanata no haya hablado de sí mismo, de su infancia traumática en Sarandí, de los medios que fundó (y dejó junto con un tendal de deudas), y de sus recientes descubrimientos sobre sus orígenes. Como si todo esto no fuera suficiente, aquellos que se acercaron a ver esta nueva propuesta se encontraron con más de lo mismo, por lo que no hubo explosión de rating en esa pantalla sino un frío recibimiento que no pudo dar vuelta, aunque casi lo logra, la tendencia alcista de C5N, que le ganó por 2.4 a 2.1 (a las 23.45), aunque tuvo picos de 2.7 en el inicio.
En la primera emisión, el periodista volvió a anunciar que este año es su última vez frente a la cámara ya que a partir del año próximo hará sus apariciones sólo a través de las redes sociales, algo que viene intentando desde 2015, cuando anunció tras la derrota del kirchnerismo que se iba a dedicar a conducir El Argentino más Inteligente (no llegó a durar más de un mes), y su frustrado proyecto del portal de noticias Ducto.com por el que se mudó temporariamente a Miami, donde finalmente no prosperó. “Estoy preparando para el año próximo un gran desembarco en digital: me voy a ir de todos los medios y pasaré a las redes. Cerraré una puerta para abrir otras. Es mi último año en medios tradicionales”, dijo.
Quizá el Lanata de Periodismo Para Todos tenga mayor aceptación (traducida en rating) en los próximos meses cuando regrese a la pantalla que terminó de masificarlo, y en la que tantos logros alcanzó a pesar de años y años de renegar del grupo mediático al que pertenece.
comentar