En esta oportunidad, Gerardo Romano, quien se encuentra llevando adelante el unipersonal "Un judío común y corriente" en el Chacarerean Teatre, explica por qué está convencido que ser actor lo mejoró como ser humano y cambió su manera de relacionarse con el mundo, devela por qué actuar lo acerca a la felicidad y lo aleja de la angustia existencial, y deja en claro por qué cree que uno de los objetivos esenciales de la tarea que desarrolla pasa por intentar mejorar la calidad de vida de la gente.
-Sin duda. Cambió mis valores y mi manera de relacionarme con el mundo, con mi cuerpo, con las mujeres y los hombres. Cuando yo tenía 25 años era jugador de rugby, abogado y boxeador. Por esos días, los hombres no se besaban. Sólo se daban la mano. Mi primera entrevista con un profesor de teatro fue en un aula vacía. Me acerqué, le estiré la mano y él me dio un beso. Lo hizo con seguridad. A mí me gustó esa forma amorosa de relacionarse de un hombre. Si ese cambio se produjo en mi primera entrevista, imaginate a lo largo de mi carrera todo lo que me ha cambiado y mejorado la actuación.
l Actuar, ¿lo acerca a un estado de felicidad?-Y de la ansiedad por la finitud, de saber que, si no tenés fe, venimos de la nada y volvemos a la nada, lo cual no es resistible.
l ¿El momento de la actuación ayuda a soportar esa ansiedad?-Totalmente. Cuando yo era chico y estaba jugando, mi madre me llamaba: "Vamos que se enfría la sopa", y yo le contestaba: "Pará que termine de jugar", porque quería seguir en ese mundo lúdico, no sentía deseos de volver a la realidad, entre comillas.
l La actuación, ¿produce un efecto sanador?-No lo dudes. Además, por algún motivo, el encuentro de la actuación se produce al crepúsculo, un momento taciturno, melancólico en el que el día huye y sobrevienen las sombras de la noche con todos sus misterios.
l ¿Uno de los fines que persigue su labor es contribuir a mejorar la calidad de vida de la gente?-Obviamente. Soy de la generación del '70, que era politizada, participativa y comprometida. Yo tenía esa mirada y ese entendimiento antes de ingresar a este terreno.
l ¿Trabaja por necesidad, por placer o por dinero?-Por esas tres cosas, pero si la opción es: "Te doy dinero, pero no podés actuar" o "no te doy dinero, pero podés actuar", elijo actuar sin que me den la plata.
l ¿Tiene alta o baja tolerancia al fracaso?-Yo no puedo hacer nada que no suscriba lo que digo. Por ejemplo, ahora estoy haciendo en teatro el unipersonal "Un judío común y corriente", texto que tiene un pensamiento profundidad y comprometido. En ese sentido, el trabajo es aliviador y me genera un mimetismo tan grande que me hace sentir profundamente lo que significa ser actor. Si uno es en algo un artista es en la manera que tiene de mirar el mundo desde lo humano, lo amoroso y lo existencial.
l ¿El actor pone al servicio del personaje su alma, sus emociones y sentimientos?-Sí y, desde la subjetividad de ese personaje, el conflicto dramático se le presenta para un lado o para el contrario, y eso enriquece la manera de actuar.
l ¿Le ha tocado interpretar dos papeles en una misma obra en distintos tiempos?-Sí. Me tocó hacer la misma obra, interpretando diferentes personajes. La primera vez era el propietario de una casa que era asaltado por un ladrón al que ataba, sometía y torturaba, luego interpreté al ladrón que era atado, sometido y torturado por el dueño de la casa. Enfrentaba el mismo conflicto desde dos opuestos dramáticos diferentes. El haber habitado esas dos almas enriqueció mi propia alma.
l A su juicio, ¿por qué tres experiencias debería pasar un actor?
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