Tras el estreno de Sexto Sentido (Sixth Sense, 1999), M. Night Shyamalan se convirtió en el joven mimado en Hollywood. La revista Newsweek lo llamó el "Nuevo Steven Spielberg", mientras que la prensa especializada lo señalaba como el heredero natural de Alfred Hitchcock. Pero aquél éxito que nos invitó a "ver gente muerta" condicionó para siempre al realizador a los “plot twist!”.
Como si su cine se limitara al "factor sorpresa", el indio-estadounidense forzó a cada una de sus realizaciones a tener un último acto revelador. La fórmula se repitió con éxito en El Protegido (Unbreakable, 2000), pero empezó a debilitarse en Señales (Signs, 2002). Sin embargo, su prestigio se mantuvo gracias al taquillazo que consiguió esa historia de un pastor protestante contra los aliens.
El fin del romance con la audiencia y la crítica se daría con su película más arriesgada. Amada y odiada por partes iguales, La Aldea (The Village, 2004) fue su primer fracaso dentro de la industria. En ella, a través del retrato de una comunidad rural, Shyamalan cuestionó valores instituidos y remarcó el uso del miedo como el mecanismo más efectivo para el control social. Demasiada profundidad para una film que se promocionó como una cinta de monstruos…
Aunque todos los adelantos promocionales invitaban a creer que la superproducción se inscribiría dentro del terror moderno, el resultado estuvo muy lejos de pertenecer al género. Había una criatura aterradora, algunos misterios espeluznantes y un escenario inquietante, pero ese no era el foco real. Eso desilusionó a los espectadores que llegaron a una conclusión inequívoca: esto no asusta. Y es que esa nunca fue su misión.
Su fracaso hizo que Disney ya no le diera rienda suelta a la creatividad del realizador y él se sintiera empujado a cambiar de estudio. Lo que siguió tampoco colaboró y terminó de condenarlo a ser ridiculizado en Internet –sobre todo ese papelón titulado El Fin de los Tiempos (The Happening, 2008) en el que Mark Wahlberg intenta hablar con plantas-. Por suerte, su talento empezó a reaparecer a cuentagotas en Los Huéspedes (The Visit, 2015).
A 15 años de estreno, La Aldea suele aparecer en las listas de películas más infravaloradas. El tiempo parece haberla puesto en su lugar y se suele destacar su retórica fuera de las convenciones hollywoodenses. En muchas reseñas se señala su final como una tomadura de pelo al espectador, pero otros aseguran que se trata de la vuelta de tuerca más ingeniosa del "Siglo XXI". Para Shyamalan, ya sabemos, eso es lo más importante.
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