l Cuando se le presenta una situación angustiante, ¿qué actitud toma?
-Acciono. No me quedo quieto.-Jamás dejé de hacer algo por temor. Yo me la juego. Mi característica es ir siempre para adelante, por encima del miedo o de cualquier dificultad que se presente.
l Como adulto, ¿qué miedos lo circundan?
-Me dan miedo las enfermedades. También me provoca temor la inseguridad que hay en el país.
l ¿Vive paranoico por el tema o lo transita con normalidad?
-No vivo paranoico, pero estoy alerta, sobre todo por mis hijos.
l Desde que es padre, ¿sus miedos personales pasaron a un segundo plano?
-Absolutamente. Cuando tenés hijos cambia la perspectiva de tu vida. En mi caso, que tengo cinco hijos, tengo cinco perspectivas distintas.
l ¿Combate sus miedos con terapia?
-¡Nooo! Jamás fui a un psicólogo.l ¿Siempre tuvo una actitud racional frente al miedo?
-Tal cual, siempre intento analizar las cosas.l En lo profesional, con respecto a los miedos que experimentan los artistas, ¿cómo se maneja?
-Con la realidad. Lo que ocurre con los actores es que ellos juegan muchas cosas en cada interpretación y, por ende, el miedo a fracasar tiene más condimentos que un posible fracaso mío que, en última instancia, es económico o comercial. El temor más grande de los actores es el miedo a fracasar.
l ¿Ellos le confiesan esos temores?
-Desde luego y yo intento descomprimirlos de entrada respecto al tema del éxito y del fracaso por medio de la realidad. Yo no convenzo a nadie de algo que sé que no puede llegar a suceder. Esa actitud les baja la ansiedad y disipa sus temores.
l Muchos actores sufren de pánico escénico, ¿de qué sufren los productores?
-Sufrimos de pánico de boletería (risas). Los actores sufren de pánico escénico porque trabajan con sus sentimientos y emociones y con lo que la gente recibe y percibe de lo que ellos hacen. En cambio, la tarea del productor es técnica y empresarial. Yo no le tengo miedo al fracaso, porque en la vida de un productor siempre hay más fracasos que éxitos. Es más, la primera obra que produje fue El Zorro, un infantil con Pablo Rago y Diego Torres cuando tenía diecinueve años. Era la mejor época de ellos, Diego hacía La Banda del Golden Rocket y Pablo Amigos son los Amigos, los junté y fue un fracaso estrepitoso.
l Ese pudo haber sido su debut y despedida.
-Sí, pero no me amedrenté y le metí para adelante. La profesión no me provoca miedo. Mis miedos pasan por mi vida privada y de los que rodean.
l Antes de poner la obra, ¿consulta?
-Sí, pero las decisiones finales las tomo yo. Pero si advierto que cometí un error, puedo cambiar el rumbo.
l ¿Anida en usted un actor frustrado?
-Jamás quise ser actor. Es más, me daría una vergüenza terrible subirme a un escenario. La exposición me cuesta muchísimo. De hecho, exponerme tanto en el orden político me cuesta mucho. Es más, trato de esconderme.
l ¿Cuándo siente que la misión está cumplida?
-Cuando, a través de la devolución de la gente, advierto que lo que produje, les llegó porque la tarea de la producción es llevar a escena aquello que la gente quiere ver. Lo más difícil de nuestra profesión es acertarle al gusto de la gente.
l ¿El cóctel es intuición, experiencia y racionalidad?
-Sí y también un poco de suerte.
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