Hace varios años, la actriz Linda Peretz aceptó el desafío de conducir la institución, un espacio que no solo resguarda la herencia teatral sino que además es la residencia de muchos artistas que encontraron allí un lugar para vivir con dignidad

Es uno de los edificios más emblemáticos de la elegante Avenida Santa Fe, en pleno barrio norte de la Capital Federal. La Casa del Teatro, es una entidad que respira arte e historia por donde se la mire, y que fue inaugurada en 1938, bajo el aliento de Regina Pacini de Alvear, una cantante lírica nacida en Portugal que amaba el arte y que además, era la esposa del ex presidente Marcelo T. de Alvear.

Hoy, La Casa del Teatro no escapa a la crisis general del país, y sobrevive de distintas maneras. Desde ya hace mucho, es el refugio y la residencia para muchos artistas que marcaron una época y que hoy afrontan momentos difíciles por falta de trabajo o de un lugar propio para vivir.

En esta tarea de tratar de acercar recursos y revitalizar la entidad se encuentra desde hace varios años Linda Peretz, reconocida actriz que incursionó por el cine, el teatro y la TV, y que hoy tiene una dedicación casi exclusiva a este espacio, aunque no deja de proyectar nuevos sueños en la actividad que ama: el arte.

“Desde que asumí, en 2016, remplazando a Julio Vaccaro, que falleció, tomé un compromiso serio, porque creo en el trabajo” señala, y relata que “aquí empecé de vocal, me acerqué a la Casa porque siempre me interesó lo que pasaba acá, ya que esta entidad cubre las necesidades de muchos artistas que no tienen familia o un lugar donde vivir, y aquí saben que cuentan con un lugar para dormir, comer y transcurrir con dignidad”.

Vinculada a la actuación desde muy joven, Linda recuerda que “de adolescente me gustaba la pintura, por eso estudié Bellas Artes, pero luego me atrapó el teatro, y entré al Conservatorio Nacional de Artes Escénicas, y de ahí en más no paré nunca, hice mucho cine, teatro y varios ciclos en TV que me dieron más popularidad, en especial con los chicos, que no olvidan mi personaje de La Flaca Escopeta”.

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Pero Linda sabe que su presente está dedicado a la entidad que representa años de historia del teatro nacional. Asegura que “garantizar el sustento no es fácil, aquí ayuda el alquiler del teatro Regina, en el edificio de al lado, donde hay varias veces al año funciones a beneficio, los dos locales comerciales del frente, y la existencia esporádica de subsidios, aunque últimamente casi no existieron, y tratamos de buscar otros recursos para afrontar los gastos”.

Cuando alguien entra a La Casa del Teatro, se encuentra con varias hileras de ropa, y en algunas vitrinas se exhiben objetos varios: adornos, joyas, fantasías. Cuenta Linda que “es una boutique, y hacemos dos ferias, a mitad de año y en la Navidad, como se arma en el hall central, mucha gente viene y compra a un precio muy razonable lo que le gusta”.

Linda remarca que “acá hay un gran capital de fotos, afiches, dibujos, aportes del arte argentino, y el propósito es no solo exhibirlas aquí, donde ya lo hacemos en parte, sino digitalizar nuestro archivo para que todos lo puedan ver por internet”.

Haciendo un poco de historia, Linda relata que “este edificio es muy antiguo y se convirtió en un patrimonio histórico, lo empezó en 1927 el arquitecto Alejandro Virasoro, y luego Regina Pacini impulsó la idea de dedicarlo al Teatro, por eso la sala contigua lleva su nombre, ya que fue su gran mentora, y yo modestamente quiero seguir sus pasos”.

En el edificio de la Casa del Teatro, que consta de diez pisos, funciona además el Instituto del Teatro, que paga un alquiler. En su planta baja hay dos salas-museo dedicadas a Regina Pacini y a Carlos Gardel. En la entidad trabajan una veintena de personas, y en varios de sus pisos se distribuyen las habitaciones donde residen unos 35 artistas, entre actores, actrices y músicos.

"No seré feliz, pero tengo marido"

Cuando reflexiona sobre como llegó a ser actriz, Linda afirma que “en realidad no sé, pero recuerdo que de chica, era muy tímida, en la adolescencia me desperté un poco, empecé a estudiar pintura en Bellas Artes, pero quería ser actriz, y por eso me inscribí en el Conservatorio Nacional de Arte Escénico, yo vivía en parque Chas y me recuerdo tomando el 111 y volviendo tarde a mi casa porque me encantaban mis estudios”. Tras mencionar a maestros que la formaron y la ayudaron en su profesión, como Néstor Nocera, Osvaldo Bonet, Fernando Labat y María Rosa Gallo, se declara admiradora de Agustín Alezzo, “de quien también aprendí mucho”.

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Participante en más de 50 películas, en roles muy distintos, Linda rescata su pequeña participación en “El Dependiente” la gran obra de Leonardo Favio, su actuación en films de Torre Nilsson como “Martín Fierro”, “La Mafia” y “El ojo de la cerradura” y también su paso por la comedia, a las órdenes de Emilio Vieyra, o el gusto de haber compartido pantalla con figuras como Sandro y Palito Ortega.

El ámbito en el que Linda se siente más plena es sin dudas el teatro. Hizo comedia y drama, pero su gran referencia en los últimos años fue “No seré feliz pero tengo marido”, de Viviana Gómez Thorpe, que incluso trascendió el plano local, ya que llegó a Madrid y Barcelona, entre otras ciudades.

“Creo - reflexiona- que esa obra generaba una transmisión especial y una empatía con las mujeres, que se sentían muy identificadas, ya que la convivencia a veces hace que fluyan cosas distintas que uno no conocía del otro”.

La inolvidable Flaca Escopeta

En cuanto a sus trabajos en TV, más allá de su participación en comedias y obras de distintos estilos, Linda destaca que “el personaje de la Flaca Escopeta me dejó mucho por el contacto que me dio con los chicos, y porque era un personaje muy solidario” y lo liga con su actividad actual.

Linda, que tiene un hijo, Tomás, quien trabaja en el mundo del teatro junto a su padre, Carlos Rottemberg -pareja de Linda durante más de 30 años- remarca que “no es casualidad que yo esté en la Casa Del Teatro, yo sentí que tenía que ayudar al otro, y ponerme en el lugar del otro”.

Amplía que “soy muy empática porque lo veo con los chicos en el teatro, y acá me preocupo por la salud y los deseos de los residentes, y hacemos almuerzos donde compartimos charlas, dudas, quejas y deseos sobre cosas para mejorar”.

Mas allá de su dedicación a la Casa del Teatro, Linda tiene un proyecto: un monólogo que está armando con Néstor Sacco, un pensionado de la Casa, que consiste en una visita guiada por el lugar, una performance. Señala que “estaría listo para mayo, se llamaría ‘De muy fino oído’ y está basado en Corazón Delator, de Edgar Allan Poe”. Linda se declara “muy cinéfila, amante del teatro más transgresor, y apasionada por la música clásica, me gusta levantarme y en lugar de las noticias escuchar un buen concierto”.

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