En el día de su cumpleaños 40, Macaulay Culkin tiene mucho que festejar. El actor logró dejar atrás sus adicciones y soltar muchos fantasmas que lo acompañaban desde la niñez.
“Yo no era un niño soldado. Sucedieron ciertas cosas jodidas, pero a los niños les suceden cosas jodidas todo el tiempo. Quiero decir, mírame: tengo dinero, tengo fama, tengo una novia hermosa y una casa hermosa y animales hermosos. Me tomó mucho tiempo llegar a ese lugar. Tuve que conversar conmigo mismo, y no es tan malo. No quiero nada y necesito aún menos. Soy un buen hombre”, aseguró en una entrevista reciente concedida a Esquire.
Cuando tenía apenas 10 años, Culkin se convirtió en una de las estrellas más importantes y redituables de Hollywood. El éxito de Mi Pobre Angelito (Home Alone, 1990) disparó su fama y su cara empezó a estar en cualquier producto apuntada al público familiar: comerciales, figuritas, galas benéficas y revistas. Esa exposición y esa carga laboral no solo le arrebató la infancia, también lo obligó a vivir eternamente a destiempo.
Para el actor esa vida en sets de filmación y alfombras rojas no fue una carga. “Lo estaba disfrutando en ese momento”, admitió. Sin embargo, a la distancia, el actor reconoce que un momento sintió la necesidad de plantarse: “Comenzó a sentirse como una tarea. Empecé a exteriorizarlo y no ser escuchado: estaba diciendo: 'Quiero ir a la escuela, no he terminado un año completo de escuela desde primer grado’”.
Lo cierto es que su padre, Kit Culkin, un actor frustrado que encontró la forma de cumplir sus sueños en uno de sus hijos, nunca priorizó su bienestar y como representante fue sumamente despótico. Macaulay dejó la escuela y se metió en una vorágine laboral que no ofrecía respiro. Entre sus éxitos de aquellos años se destacan Mi Primer Beso (My Girl, 1991), El Ángel Malvado (The Good Son, 1992) y Ricky Ricón (Richie Rich, 1994) –por esta última consiguió un contrato de 10 millones-.
A los 11 años, comenzó una amistada con Michael Jackson que generó todo tipo de controversias. Sin embargo hasta el día de la fecha, Culkin sostiene que el cantante fue un gran amigo y que no hubo nada inapropiado en su comportamiento. “No me hizo. No vi nada. Pasado tanto tiempo, de saber algo, lo contaría. No habría motivo para no hacerlo”, afirmó.
Después de acumular una fortuna aproximada a los 20 millones de dólares, a los 14 años, Culkin tuvo que madurar abruptamente y enfrentarse a sus padres en un juicio. Mientras ellos enfrentaban un divorcio escandaloso, el chico de la sonrisa millonaria accionó para preservar el dinero que había conseguido en su paso por el cine. Y lo consiguió: ya no fue Kit quien administró sus ganancias.
A partir de ese momento se alejó del mainstream y tuvo contadas apariciones en películas independientes. Ese alejamiento fue inevitable: necesitaba un respiro, pero también estaba dejando atrás la imagen más aniñada con la que conquistó a millones. Aunque tuviera la edad de un adolescente, ya había atravesado todo los problemas que sofocan a los adultos.
En 2004 fue la primera vez que los medios sensacionalistas se regodearon con sus adicciones: Culkin fue arrestado por la policía después que le encontraran marihuana y ansiolíticos. Pero ese coctel no sería nada en comparación con su adicción a la heroína, la cual perjudicaría su salud e hiciera de cada una de sus apariciones públicas un escándalo por su deteriorada apariencia.
Tras una vida que podrían ser miles en apenas 40 años, Culkin se encuentra en una etapa auspiciosa. Este año, ya empezó a rodar lo que promete ser su retorno definitivo a la industria: la décima temporada de American Horror Story, un éxito de Ryan Murphy en el que tendrá un rol central. De a poco, espera ser reconocido simplemente como un actor y no como un “ex niño de oro”.
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