Del mundo oscuro y siniestro del Holocausto siempre hay una historia para contar, reflexionar y recapacitar sobre nuestro presente. El caso más emblemático y que hasta el día de hoy no deja de conmover es el de Ana Frank, una adolescente que se hizo famosa por escribir un diario en su cautiverio escondite en Holanda. Ese mismo país también tiene otra historia que contar y es la de Edith Stein, La Monja Judía que eligió morir ante la posibilidad de salvación que le ofreció una autoridad de las SS nazi.
Ella se negó a crear un dogma religioso a imagen y semejanza del cristianismo. “Stein eligió morir”, insiste en la nota Marta Bianchi, quien se pone en la piel de Edith Stein en la obra La Monja Judía (El Tinglado, los lunes a las 20) que creció en la época de entreguerras en Europa. Una mujer sin igual, que hizo de todo. Irreverente para la época y cuya historia no es tan conocida. Fue deportista, intelectual, (en su momento) atea, filósofa, feminista, judía y alemana.
Un papel que le calza a Marta Bianchi como la mujer ideal por algunos paralelos de la vida real de la actriz. Si Edith Stein fue una adelantada para la época se puede decir algo similar con Bianchi, quien en la década del 80 en la soledad comenzó con su lucha por los derechos de la mujer. El fuerte lazo de identidad entre las dos es que “somos mujeres que vamos detrás de nuestros deseos y los concretamos. Las dos nos comprometemos con nuestros deseos. Y aunque suene trillado no es habitual y menos en la época que vivió Stein”.
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Frente a la vida o la muerte, Edith Stein no dudó en seguir con los designios de su alma: Un oficial de las SS (Gustavo Rey), a quien Stein conoció en la universidad, la reconoció como una alumna prodigiosa y admirada, y a cambio de la salvación le pidió que con sus conocimientos religiosos fundara para el nazismo un dogma de la raza Aria, que tuviera la capacidad de cooptar y generar una adhesión, como si fueran clientes, pero con los valores arios. Los nazis querían rescatar la capacidad comercial de los católicos. Pero, Edith Stein lo enfrentó y le retrucó que “el poder de la iglesia es consecuencia de la compasión de los fieles. Ustedes, los nazis, en cambio, construyen poder con la matanza”.
Para Bianchi los nazis “más que la salvación le propusieron un conflicto irresoluble en su alma: ¿ella se convirtió al catolicismo dentro de la orden de las monjas carmelitas. Ella sentía que le faltaba algo y se encontró en el amor a Jesús. Y ahí es cuando se sintió más judía que nunca. Para la época este sentimiento era entre incomprensible y rebelde”. La obra que escribió Lázaro Droznes hace foco cuando Edith Stein es trasladada al campo de concentración Auschwitz (donde muere). “Ella antes de convertirse al catolicismo trabajó como enfermera en la Primera Guerra Mundial en Austria. Ese momento es un giro en su vida porque siente la necesidad y la convicción de acercarse a Dios y no por interés alguno”.
Durante el nazismo sus libros fueron prohibidos, Edith Stein había encontrado su lugar en Holanda y “el clero allí fue muy crítico sobre las matanzas y las protestas, que eran cada vez más frecuentes, sobre el tratamiento que se le daban a los judíos y ella trabaja en uno de los conventos donde fue descubierta por los nazis. Murió en Auschwitz y su cuerpo luego fue canonizado como Sor Teresa Benedict De La Cruz”.
¿Por qué cree que la obra es tan presente? “Porque los genocidas se repiten. Esta pieza funciona como una memoria activa y lo siento como antídoto para nuestros tiempos. Un alerta”. Y agrega que “cada espectáculo es una posibilidad de crecer en información y de comprender más a lo que es capaz de llegar el ser humano. Cómo se cruzan aquí el bien y el mal. Ella estudió en la misma universidad que el capo de la SS. La obra te muestra cómo se reacciona ante las circunstancias vividas, como ellos, y no vividas en el caso de nosotros, los actores, y los espectadores en el presente”