Los mayores temores del actor están relacionados con sus mellizos, de apenas un año. Dice que “me preocupa el legado que les voy a dejar” y comenta que antes se dejaba llevar por la intuición y ahora aplica mucho más la lógica.

Miguel Habud realiza un exhaustivo análisis sobre su relación con la angustia, la ansiedad y el miedo, poniendo al descubierto las preocupaciones que lo acosan en un momento de plenitud y de realización personal.

¿Cuál es su definición más aproximada del miedo?

-El miedo es la sensación de angustia que te provocan diversas circunstancias que, en ocasiones, no son manejables. Pueden ser cuestiones palpables o inanimadas.

De pequeño, ¿cuáles eran sus principales temores?

-Los típicos miedos infantiles, como el miedo a la oscuridad, al cuco, a las sombras y a ciertos ruidos, entre otras cosas. Con el tiempo, los miedos cambian, son distintos y pasan por otro lado.

¿Por qué lados?

-Por el temor a perder a un ser querido, por no llegar a fin de mes, por mi carrera profesional, por mi futuro. En general, la ansiedad, los nervios, la angustia son miedos que están en tu mente y están vinculados con la responsabilidad de ser adulto.

A usted, puntualmente, ¿qué le preocupa?

-Entre otras cosas, lo que más me preocupa es saber qué legado les voy a dejar a mis hijos, me preocupa que se enfermen, que les pase algo o que me los arrebate la inseguridad. Los miedos también se modifican de acuerdo a lo que sucede en tu entorno, en tu país y en tu realidad.

¿Hay que hacerse amigo de los miedos?

-Hay que acercarse a ellos. En general, los actores convivimos con la angustia que deviene de la incertidumbre laboral que, a veces, se puede tornar en un miedo capaz de paralizarte. Yo intento que eso no me suceda y lucho para que no me pase.

¿Cómo?

-Haciendo más cosas de las que debería, utilizando la creatividad para solucionar los problemas que surgen, generando propuestas ante la ausencia de propuesta de trabajo. Hay que tener un plan B y no abandonar la lucha. Hay que duplicar las opciones, esforzarse, ponerle garra a lo que uno cree y apostar a la autogestión. No hay que sentarse a esperar el llamado salvador porque, en este medio, en general, otro decide por vos. Por ende, ante esa opción, hay que pensar: "Si esta vez no se dio, tal vez se dará la próxima".


Por temor, ¿se ha privado de algo?

-No, pero en una ocasión, por no complicar una situación laboral no acepté una propuesta. Yo debía presentarme a un casting en el exterior y por ese casting rechacé un espectáculo teatral y finalmente la audición no se hizo y me quedé sin nada.

En ese caso, ¿por dónde pasa el miedo?

-Por saber si estás eligiendo bien. Por ejemplo, yo pienso: "Si me llama Ford Coppola y le digo que no, porque estoy haciendo el espectáculo que siempre quise hacer, qué hago, acepto o no". En otras ocasiones, te llama un gran director, con el que todos quieren trabajar, pero te dice: "Tengo dos pesos para darte" y vos le preguntás: "¿Por qué me pagás tan poco, si tengo 30 años de carrera y vos vas a cobrar un montón? No te pido que me des cinco veces más, pero no me pagues dos mangos". Eso te hace dudar y el miedo está en haberte equivocado al elegir.

¿No cree que la duda lo conduce a un espiral sin fin?

-Desde luego

¿Y entonces?

-En esos casos, dejo que el corazón decida.

¿Siempre?

-No siempre. Hasta que no tenía hijos, primaba la intuición. Desde que soy padre, prevalece la razón.

Para aceptar un trabajo, ¿qué elementos sopesa?

-Que sea un hecho artístico, que me paguen buena plata o que me dé trascendencia.

En estas instancias de su existencia, ¿qué miedos están en primer plano?

-Yo soy un padre primerizo de 51 años y mis mellizos tienen un año. Tengo todos los miedos de un padre muy grande. Muchas veces pienso cuánto tiempo más voy a estar con ellos y sé que no voy estar tantos años a su lado como quisiera. Por otro lado, sé que es mejor una buena calidad de vida que vivir mucho tiempo pero llevando adelante una mala vida. En este sentido, prefiero ser un buen padre el tiempo que me toque y no un padre ausente que vive cien años.

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