En el medio de ese arduo proceso, decido ir a la segunda locación, también dentro de Alcoyana, donde el capítulo final de la serie sigue filmándose. Llego y veo al Faisán peleando contra el Cabeza de Tortuga, ante la atenta mirada del director Nicanor Loreti. Me acercó a él y pispeo la toma en el monitor. Loreti sigue cada golpe en la pantalla tirando onomatopeyas, sonorizando con su voz cada piña y patada, emocionadísimo.
Camino unos metros hacia otro de los galpones y veo a lo lejos a Lautaro Delgado. Viste la ropa de Lady Di, menos la peluca. Está solo, tiene puestos unos auriculares y practica con un látigo. Tira un latigazo. Dos. Tres. Acierta todos los golpes sobre una cruz dibujada en una pared. Me acerco, nota mi presencia y me saluda. Le pregunto qué está escuchando y me dice que los Redondos. Lo devuelvo a su concentración y me alejo. Escucho otro latigazo detrás de mí.
Vuelvo al pasillo de los maras y los Ráfagas. El doble noquea a un rival, pero antes de que Cremonesi tome su lugar Marini grita el corte. Algo salió mal y hay que hacer todo el plano secuencia de nuevo. El doble y los extras recuperan el aliento y se secan la transpiración mientras el equipo vuelve a preparar la cámara y la toma. "No sé cuántas hicimos ya. Pero el doble está muerto", me dice Nicolás Galvagno, guionista, productor, director y actor, que en esta ocasión encarna a uno de los pandilleros. La magia del amor al cine. Lo dejo descansar y vuelvo a la segunda locación.
Casi corriendo, retornamos al pasillo de los maras y los Ráfagas. Y encontramos una multitud frente al monitor. La pantalla muestra a Ráfaga venciendo a unos ocho maras de manera espectacular e impecable. El atento silencio se convierte en un estallido de aplausos, festejos y felicidad cuando termina de reproducirse el plano. "Obvio que queda", confirma Nicanor para el alivio de los extras. Cremonesi felicita y abraza a su doble. Parece como si se estuviera abrazando a sí mismo. Y pienso que todos deberían hacerlo.
Cuando termine todo esto, voy a poder contarles a mis amigos, y capaz a mis hijos y nietos, que yo le pegué al más poronga. Sí, yo. Eso pienso esa tarde de julio, vestido con la camiseta y el gorro que me dieron para hacer de barra de Almirante Brown. Eso pienso antes de la segunda toma de la escena para la que me convocaron, del capítulo 4 de "Nafta Súper". Antes de volver a darle para que tenga a Ariel Staltari. El rollinga Walter de "Okupas". El más poronga. Antes de volver a darle, también, a Jorge Sesán. Miguel (también) de "Okupas". Otro poronga.
Esta vez, Staltari y Sesán son barras de Laferrere. Y Bruno Luciani (guionista del episodio para el que estamos actuando), Juan Pablo "Astilla" Domínguez (uno de los mejores periodistas de rock del país), Ezequiel "Pini" Piñeyro (productor, guitarrista de Bolsa y excelso chef), un integrante de la comisión directiva del club Almirante Brown (que aportó parte de la indumentaria para la escena) y yo somos de "La Fragata", su eterno rival. Así que cuando Nicanor Loreti vuelve a gritar acción, nosotros volvemos a darnos. Fue un desigual cinco contra dos, lo admito. Y, nobleza obliga, se la bancaron. Pero bueno, no eran unos simples hinchas del "Villero". Por algo también son Linternas Verdes del Conurbano.
"La historia va a transcurrir diez meses después de aquella noche en el Hospital Paroissien que se cuenta en la película. Y si el parámetro en la peli era, de alguna manera, 'Asalto al Precinto 13', en ésta va a ser 'The Warriors'", nos dijo a principios de año Oyola a todos los que integramos el equipo de guionistas, recién conformado para ese momento. A esa altura, yo ya sabía varias cosas. De qué se trataba la serie y cada capítulo. Que yo iba a escribir el 2 y el 6. Que Lopilato iba a reemplazar a Nico Vázquez (el único actor de "Kryptonita" que no iba a volver para "Nafta Súper"). Que él iba a ser el protagonista del capítulo 4. Que ese capítulo la iba a romper.
"¡Corte, queda!", grita Loreti. Y Staltari, Sesán, Bruno, Pini, Astilla, el de Almirante Brown y yo frenamos. Y nos reímos. Y nos saludamos. Camino unos pasos y me alejo de mis compañeros y rivales de barra. Lo primero que hago es agarrar el celular. WhatsApp. Grupo "Los Pibes". Adivinen a quién le pegué.
Llego tarde a las instalaciones de Alcoyana, en Munro. Es la última jornada de rodaje de "Nafta Súper" y, a pesar del horario vespertino y el cansancio acumulado de más de dos meses de filmación, tampoco hay tiempo que perder. En vez de los galpones gigantes de esta fábrica textil devenida cooperativa de trabajo, esta vez atravesamos las calles que los rodean. A pesar del horario vespertino, el cansancio acumulado y el frío invernal bonaerense, la última jornada se filma en exteriores.
Llego a una especie de callejón y veo a Cremonesi, rodeado por gran parte del equipo técnico y frente a la cámara. Me acerco y Leo Oyola me recibe con un abrazo y una petaca de whisky. Le doy un trago y se la paso a otro. Le da un trago y se la pasa a otro. Y así. El calorcito en la panza y el pecho nos dura sólo unos segundos. Resignado a un posible futuro resfrío, observo la escena que se está filmando: una caminata a la que, en posproducción, se le agregará una voz en off. "La primera escena que filmamos fue con el Ráfaga y hoy terminamos la serie también con él -me cuenta Oyola-. Tenía que ser así".
Minutos después estamos en una especie de casa abandonada, inundados por un humo falso. Parece la casa del final de "El Proyecto Blair Witch", pero es otro galpón abandonado dentro del predio de Alcoyana. Uno muy derruido y tenebroso. Pero en "Nafta Súper" será una capilla. Tétrica, pero capilla al fin. Adentro, Nicanor Loreti le da directivas a parte del equipo técnico y a unos niños actores que están a punto de representar una de las escenas de un flashback del capítulo 3. Es la última escena del rodaje total de la serie, y la ansiedad es grande. Todavía más cuando se hacen presentes los principales directivos de Space.
El asistente de dirección Martín "Oso" Armoya pide silencio. El último de todos. Cremonesi, como siempre, está listo y en posición. El humo lo rodea y se le mete adentro de su emblemática capucha roja.
"¡Acción!".Cremonesi dice sus líneas. Las últimas. Nos late el corazón muy fuerte. A todos. Termina. Traga saliva. Silencio. Todos menos Cremonesi miramos a Loreti.
"Corte".Y sonreímos. Todos. Y aplaudimos. Felicitamos. Abrazamos. A uno. A otro. A todos. Cuando me toca con Leo Oyola, me acuerdo de las noches en vela escribiendo. De las charlas. De los brindis. Y el nudo en la garganta aparece. Cuando me toca con Nicanor, me acuerdo de aquella noche en Angelito de Villa Crespo, cuando me propuso escribir juntos su segunda película. El nudo ya es marinero. Alguien me da un trago de algo. De lo que sea. Tomo. La bebida me devuelve a la tierra. Me doy vuelta, y veo a Tamburri felicitar a Oyola. "Cincuenta por ciento del trabajo hecho", le dice. Y caigo que, al menos en mi caso, sólo resta esperar.
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