Cocinera, madre, esposa, conductora, empresaria, con una curiosidad incansable y una energía envidiable, Narda Lepes tiene la habilidad de realizar muchas cosas a la vez sin perder su temple casi zen. Mientras promociona la segunda temporada de “Dueños de la cocina” -los domingos a las 22 por Telefé-, lanza su nuevo libro de cocina para bebés, y está por abrir su restaurante: Narda’s Comedor, y todo eso lo cuenta como recién salida de una clase de yoga.
Es que en la cocina está en su salsa -literal y metafóricamente hablando- y disfruta todo lo que emprende, ya sea un libro, un restaurante, un programa de televisión o la feria de comida más importante del país. De estas actividades, la más visible es la de la televisión. En “Dueños de la cocina” integra el trío de jueces-cocineros junto a Donato De Santis y Christophe Krywonis, en un talent gastronómico que busca consagrar al mejor chef del ámbito local y que este año tiene la novedad de que las “batallas” se realizan en un restaurante montado especialmente para el programa en el barrio de Colegiales y el ganador se hará acreedor de las llaves del mismo para convertirse en el auténtico dueño del lugar. “El año pasado, los cocineros buscaban hacer una carrera. Este año, buscan una oportunidad, un sueño”, dice Narda sobre la mayor novedad de la segunda temporada del programa producido por Telefé, Eyeworks Argentina y Discovery Home & Health.
l El año pasado, te convertiste en la jurado más estricta y temida por los participantes. ¿Es un rol armado o sos así de exigente?
-No era un personaje. Lo que pasa es que soy la que más hablo, entonces los editores me cortan las partes donde quedo peor, o sea, las que son más efectivas como frases televisivas. Pero yo hablo mucho con los participantes, a veces paso y no muestran cuando les digo “ojo ahí”. Los chicos del año pasado todavía me llaman por teléfono. Estoy al tanto de lo que hace la gran mayoría de ellos.
l Rodrigo, el ganador del año pasado, ¿sigue trabajando en La Panadería de Pablo?
-Sí. Si bien el contrato era por un año, siguió. A Rodrigo le gustó, y a los de la panadería, también.
l ¿Te hubieras presentado a un concurso como éste para entrar en el mundo de la cocina de haberlo necesitado?
-No. De hecho, cuando fui al casting para elgourmet fue porque un amigo de mi papá se había enterado que estaban haciendo un casting y había canchereado: “Yo te mando un montón de cocineros jóvenes”, y todos a los que les había pedido no fueron. El lugar estaba a dos cuadras de donde yo vivía y me dijo: “Por favor, ¿podés ir mañana sólo para que yo no quede mal?”. Yo fui y no me importaba nada lo que iba a hacer. Me cayeron muy bien los que estaban ahí, después me llamaron de nuevo, y así empecé.
l ¿Cómo fuiste modificando tu estilo desde ese entonces?
-De cocinera uno aprende. Cuando viajás, aprendés. Cuando cocinás más, aprendés más. Durante 15 años mi trabajo fue cocinar cosas distintas todos los días. Me la pasé probando y haciendo cosas para transmitirle a la gente. Además, estudio de cosas relacionadas a la comida que no son directamente recetas. Poder entender la geografía de un producto te enseña por dónde pasó, qué cocinas lo tocaron, y eso te da una entrada a poder entender con qué va a quedar bien.
l A veces, cuando uno viaja mucho, termina achicando sus gustos en lugar de ampliarlos. ¿Cómo fue tu experiencia?
-A mí me pasó que yo mezclaba más antes de viajar. Después de viajar a los lugares, soy más respetuosa de las mezclas. Sigo mezclando pero necesito una justificación moral para hacerlo.
l ¿Por ejemplo?
-Para mí, el wasabi -condimento japonés- con lácteos no va por concepto. Los japoneses no comen lácteos, entonces no va.
l ¿Qué cosas podemos mejorar los argentinos en nuestra alimentación?
-La gente no sabe cómo hacer legumbres. Y después hay una confusión grande con las latas. Yo te digo: una salsa en lata, no. Pero unos garbanzos en lata, sí. Agarrás unos garbanzos en lata, los tirás en una salsa de tomates con vegetales, si querés le agregás rodajes de chorizo colorado, y es una comida que no te llevó nada. Pero poné legumbres de una santa vez.
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