Hace 50 años, la mítica banda inglesa The Beatles ofrecía su último concierto en el Candlestick Park, en la ciudad estadounidense de San Francisco, e iniciaba una etapa de experimentación en el estadio de grabación, que la llevó a crear una música innovadora que marcó a fuego la historia del rock y el pop.
La actuación del 29 de agosto de 1966, que duró 33 minutos en los que se interpretaron 11 canciones, marcó el final de una gira en la que los miembros del grupo tomaron conciencia, a partir de una serie de hechos, de que era imposible continuar con la maratón de presentaciones iniciada en los comienzos del grupo.
El show, que comenzó con Rock and Roll Music, de Chuck Berry, y culminó con Long tall Sally, de Little Richard, daba cuenta, tanto en el repertorio como en las condiciones en que la banda tocó, de la abismal distancia que existía en aquellos años entre el vivo y las grabaciones de estudio. Pero, además, el recital se enmarcó en una caótica gira en la cual los cuatro beatles vieron literalmente en peligro sus vidas por amenazas del Ku Klux Klan, su negativa acudir a una cena de honor armada por la esposa del dictador filipino Ferdinando Marcos y el propio accionar de las fans.