El año 1994, todavía es recordado como uno de “buena cosecha” para los cinéfilos de todo el mundo, con títulos como Mentiras Verdaderas (True Lies, James Cameron), Forrest Gump (Robert Zemeckis), El Rey León (The Lion King, Rob Minkoff, Roger Allers), Tiempos Violentos (Pulp Fiction, Quentin Tarantino), Amada Inmortal (Inmortal Beloved, Bernard Rose) y Sueño de Libertad (The Shawnshank Redemption, Frank Darabont), entre decenas de estrenos. Pero hubo que rompió parámetros.
Ocurre que en febrero de ese año se estrenó en los EEUU Ace Ventura, Detective de Mascotas (Ace Ventura Pet Detectice) de Tom Shadyac, un film pequeñísimo, que costó sólo 15 millones de dólares pero que recaudó nada menos que 72 millones en ese país y en Canadá y otros 35 alrededor del mundo. La mayor parte del rédito se la llevó el de Jim Carrey, un comediante de In Living Colour (1990- 1994) que debutó en la gran pantalla a todo trapo.
Sin embargo, ese 1994 no iba ser la única sorpresa que tome por asalto a Carrey ya que poco después llegó La Máscara (The Mask), un film que venía a romper varios récords y estructuras dentro del género de las adaptaciones de comics.
Verde que te quiero verde
Todo comenzó en 1989 cuando el presidente de la pujante editorial independiente Dark Horse se acercó a la productora New Line Cinema a ofrecer los derechos de The Mask, un antihéroe irreverente que le había dado bastantes réditos en un inicio a esa compañía aunque había quedado opacado por las licencias que fue adquiriendo la misma, entre ellas Aliens, Depredador, Indiana Jones, Star Wars, etc.
Lo cierto es que los primeros pasos de The Mask en las revistas de antología Dark Horse Presents (1986) concluyó en la salida de éste debido a que el historietista Mark Badger (que la había titulado Masque) la había hecho virar hacia lo político. Otro artista, Chris Warner, le dio el look definitivo a The Mask en otra revista de antología llamada Mayhem, en 1989, pero fueron dos jóvenes aspirantes a historietistas, John Arcudi y Doug Mahnke lo que lograron hacerlo atractivo para el público en series limitadas de bastante éxito.
Sin embargo, ese personaje distaba bastante de lo que se vio luego en pantalla ya que la máscara del dio nórdico Loki, además de sacarle a su portador cualquier tipo de inhibiciones también alteraba sus cualidades mentales. Esto convertía al personaje en uno poco adaptable al medio, debido a lo oscuro de sus tramas, al punto de que incluso el primer portador de la máscara, Stanley Ipkiss, es asesinado por su novia a poco de empezar la serie.
Pero la magia de Hollywood todo lo puede y al tratarse de un personaje poco conocido en el colectivo imaginario, incomparable con un Batman o un Spider-Man, le permitió a Richardson vender los derechos fácilmente con el objeto de hacer un film cercano al terror, un género que New Line supo explotar en los ´80 con la franquicia de Pesadilla en los profundo de la noche (A Nightmare on Elm Street). La primera idea era que The Mask creara un ejército de zombies colocándoles máscaras a los adolescentes.
Con este objeto, New Line contrató al director Chuck Russell, que había trabajado para ellos en Pesadilla 3: Guerreros del Sueño (A Nightmare on Elm Street 3: Dream Warriors, 1987) y que había hecho la remake de La Mancha Voraz (The Blob, 1988) para Tristar Pictures. Pero Russell vio en lo que querían convertir a La Máscara y expresó su deseo de ser un poco (sólo un poco) más fiel al material original.
De esta manera, el realizador dejó de lado toda idea referente a los zombies y, por el contrario, optó por un origen más parecido al de los cómics, además de asegurarse al protagonista original, Stanley Ipkiss.
Fantasías animadas y una bomba a punto de estallar
A pesar de que el guión de Mike Werb contaba una historia bastante decente y ya tenía a Jim Carrey, a Chuck Russell le faltaba el toque mágico para hacer creíble al personaje.
Por fortuna, un año antes, la empresa Industrial Light & Magic, la mítica productora de efectos especiales de George Lucas, ya había demostrado que era capaz de hacer una animación computada increíblemente real con Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993) por lo cual la magia de la máscara ya tenía un fuente inagotable de creatividad.
El personaje de Ipkiss se transforma en un torbellino de audacia y picardía, y puede sacar un arsenal de sus bolsillos, bailar mejor que Fred Astaire y hasta tragarse una bomba a punto de estallar.
Y hablando de bombas, lo que nadie se esperó es que Carrey tuviera alguien capaz de rivalizar con él en pantalla aunque no por medio del humor sino desde la gracia y la belleza. Ocurre que La Máscara significó también el debut en el cine de Cameron Díaz, que por entonces contaba con 22 años y trabajaba de modelo.
El “ángel” de Cameron le permitió convertirse en una estrella con brillo propio que en muy pocos años tenía un puñado de grandes éxitos como La Boda de mi Mejor Amigo (My best firiend´s wedding, 1997), Loco por Mary (There´s something about Mary, 1998) y Los Ángeles de Charly (Charlie´s Angels, 2000), entre muchas otras.
Cambios y secuelas
La película se estrenó el 29 de julio de 1994 en los EEUU y se convirtió en otra de las sorpresas que convirtieron a Jim Carrey en la sensación de Hollywod ya que con un presupuesto de “sólo” 23 millones de dólares obtuvieron ganancias por 120 millones en ese país y otros 231 millones en el resto del mundo hasta totalizar 351.583.407 dólares.
Algunas de las causas de esta masiva concurrencia a los cines además de la comicidad de Carrey fueron la buena recepción que el film tuvo en la crítica, las numerosas escenas musicales que matizaron el film más como una comedia que algo oscuro y tenebroso, y el dichosos videoclip de “Cuban Pete” que azoró las cadenas musicales a modo de presentación del film. De hecho, en la Argentina comenzó a emitirse en octubre, tres meses antes de que se estrenara comercialmente la película, el 29 de diciembre.
A pesar de estos números, el film no tuvo una secuela. La causa principal fue Carrey que luego de filmar Ace Ventura, un loco en África (Ace Ventura: When natura calls, 1995) se dio cuenta de que su personaje no había “crecido” a pesar de que la recaudación se había multiplicado y decidió no hacer más continuaciones. Veinte años después se daría por vencido y cedería a realizar una continuación de Tonto & Retonto (Dumb & Dumber, 1995) pero esa es otra historia.
Hubo sí, una suerte de spin-off titulado El Hijo de La Máscara (Son of the Mask,2005), que no sólo llegó a los cines 11 años después, en medio de los inicios de la avalancha de películas basadas en comics, sino que además carecía de una figura emblemática como Carrey. El film ni siquiera llegó a recaudar 60 millones de dólares, contra un presupuesto de 84 millones.
Entre el material que quedó inédito de la película original, lo más llamativo es la “desaparición” de la reportera Peggy Brandt (Amy Yasbeck) que engaña a Ipkiss para hacerlo caer en las manos del villano Dorian Tyrell (Peter Greene). El personaje no vuelve a aparecer, ni siquiera para que La Máscara le de su merecido castigo, pero todo tiene una explicación. En realidad, Chuck Rusell filmó una escena en la que la reportera muere a manos de los mafiosos y “sale en los diarios”, aunque luego la quitó del film por considerarla innecesaria o para evitar a la censura norteamericana.
Lo cierto es que, aprovechando este dato, los productores del dibujo animado de La Máscara crearon una continuidad en la que Stanley y Peggy se unen para resolver los más intrincados casos que asolan Edge City. La serie animada duró tres temporadas, desde 1995 hasta 1997 y se la pudo ver en Argentina por Cartoon Network.
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