En Guadalajara, Matías Almeyda encontró su lugar en el mundo. Está como desintoxicado. Ya no es la bola de nervios que dirigía a River, ni el técnico que debió bajarse de la marquesina para dirigir a Banfield, donde desplegó un fútbol que provocó adhesiones varias. En Chivas, a cargo de un equipo que solamente acepta a futbolistas mexicanos, dio dos vueltas olímpicas: el año pasado ganó la Copa MX, y anoche, contra Morelia, consiguió el logro por segundo año al hilo.
Chivas igualó sin goles ante Morelia, en un partido que se disputó en el estadio Chivas. Aguantó la agonía de los penales, esta vez no de rodillas, como la última vez, ni rezándole al cielo. Más contenido, Almeyda parecía disfrutar más del logro. "Estoy muy agradecido con los jugadores y a todo el público que nos apoya. Y feliz porque el futbol lo más lindo que tiene son los títulos y ése es un gran título que ganamos por el esfuerzo, por el compromiso, porque hay mucha unión en este grupo y los jugadores lo tienen bien merecido", dijo.
El Pelado buscó tocarles el corazón a los jugadores de Chivas antes de salir a la cancha. Como eran locales y todos mexicanos, les habló del himno: "Canten el himno con orgullo de que los mexicanos también pueden lograrlo", les gritó, y se fundieron todos —cuerpo técnico y plantel— en un aplauso.
Chivas también es protagonista en el torneo local. Está tercero y su clasificación a la segunda fase del campeonato mexicano es casi un hecho. El objetivo, sin duda, es romper una sequía de once años sin éxitos en el certamen habitual, el de todos los domingos. Está en el camino correcto.