De quedar de cara a una goleada, a un empate que pudo ser derrota. Los silbidos del final separando la idolatría por Messi y los aplausos para Marcos Acuña, hablaron entre tanto batifondo musical del gusto del entrenador argentino.
Argentina fue de más a menos y no cumplió con su objetivo de ganar convenciendo y de acomodarse mejor en la clasificación rumbo a Rusia. Quedó igualmente en repechaje pero con más dudas, con demasiado por analizar en el mes que falta para las dos últimas fechas donde deberá jugarse totalmente. No pudo con el último, con Venezuela, con las tajadas de Faríñez y con esa falta de gol en relación al poderío ofensivo con el que amenaza y no muerde.
Ocho situaciones de gol en el primer tiempo. Juego ofensivo total. Equipo parado en campo contrario, siempre asegurando el traslado por abajo a uno o dos toques. Voracidad atacante. Buena propuesta. Pero sin el producto final, ese objetivo tan deseado que se le fue negando sistemáticamente Argentina durante toda la eliminatoria.
Un escollo sobresaliente fue Wuilker Faríñez, quien se encargó de Icardi dos veces y de Messi en volada in extremis. Venezuela se pertrechó atrás con cuatro en el fondo y cinco volantes ordenaditos delante, dejando a Rondón contra Mascherano, Fazio y Otamendi. Di María abría paso por izquierda pero otro desgarro ‘de selección’ lo sacó a los 24 minutos y ahí, Argentina aun con un ingreso aceptable de Marcos Acuña, no fue lo mismo. Messi cargó el juego, Banega se asoció, Dybala buscó, pero faltó la puntada final. Y así se fue el primer tiempo como un pecado en cero.
Venezuela nunca contraatacó en la primera parte. No pudo y no quiso. Pero a la parte final salió con una concepción táctica diferente. Murillo ya había cambiado lateral con Córdova en el último cuarto de hora de la primera parte y en el segundo se notaría para bien, por cómo aprovechó espacios detrás de Acosta.
Aunque lo fundamental haya sido la idea de Dudamel de arriesgar más en la salida de contra. El fruto llegó enseguida: la perdió Banega en campo rival y desde allí hasta Romero, con Mascherano cerrando mal y dejando el espacio a su espalda, Murillo definió de cara a Chiquito y encendió fuerte la alarma en Argentina.
Para suerte de Sampaoli y los suyos, la reacción al menos en el marcador no tardó. De no haber sucedido, era partido perdido. Acuña inauguró un segundo tiempo a todo amague y desborde, cruzó el centro-shot y antes que Icardi, Feltscher arrastró el balón hacia el fondo de su arco, en 8 minutos.
Pero Argentina dejó atrás todo lo bueno generado antes. Lo ganó la imprecisión y las dudas. Quedó expuesto en el fondo y cometiendo faltas cerca de su área para el sufrimiento.
Las intervenciones de Messi y de Acuña fueron solo arrestos personales. Con nada, mejor dicho, con la solvencia de su arquero, Venezuela preocupó y puso en duda el partido. Y sumó, paradójicamente, más dudas en un equipo que implora por goles y funcionamiento.
comentar