Si lograba el título hubiera quedado solo en la tabla de los más ganadores del mundo y hubiera sumado la misma cantidad de Libertadores que tiene el Rojo. Dos objetivos que duplicaban la motivación detrás de la gloria.
La cruzada copera, para Boca, tenía en esta ocasión un par de atractivos extra: superar a Milan y quedar como el máximo ganador internacional del planeta y alcanzar a Independiente en lo más alto de la tabla histórica de la Libertadores. El equipo de Avellaneda, que hace 28 años consolidó su mote de Rey de Copas con la obtención de la séptima Libertadores después de vencer a Gremio de Porto Alegre en una recordada final, logró mantenerse durante las últimas tres décadas (ya lo era antes del ‘84) como el máximo ganador del trofeo más importante del continente.

Boca tenía la chance de igualar al Rojo en ese cuadro de honor, lo que le provocaba un incentivo adicional en este camino que inició hace varios meses, en medio de las turbulencias que en Venezuela sacudieron la estantería. Sin embargo, esos episodios sirvieron para advertir las grietas que existían en el grupo y trabajar para rellenarlas con todo tipo de aportes individuales y colectivos, con lo que se logró darle forma a un equipo que recuperó, desde su memoria emotiva, la fortaleza del viejo Boca que supo adueñarse del traje de protagonista como nuevo amo de América.

Abriendo caminos
Y así se fue abriendo camino. Avanzó mejorando su imagen y demostrando, cada vez que salía a jugar un partido de Copa, que era en ese terreno donde su fuego sagrado brillaba con más fuerza.

Jugó en dos frentes y, en ocasiones, en tres -aunque en la Copa Argentina no siempre usó a los titulares-, pero su mejor rostro lo mostró cuando estuvo motivado la Libertadores.

A medida que avanzó, Falcioni supo encontrar las respuestas más funcionales del equipo. Pegó cuando estuvo obligado a hacer daño y mantuvo el orden en los momentos en los que el sentido común le indicó proteger la cosecha de cada caso y así llegó a la  nal pisando a pie firme y con el pecho inflado. Pero cuando llegó el momento del último esfuerzo, tropezó, y la alegría se desvaneció junto con la gran ilusión que había crecido día a día.

El triunfo le hubiera significado quedar en soledad en la tabla de los reyes de copas. Boca y Milan comparten el privilegio de haber alzado la mayor cantidad de copas en el mundo: 18 cada uno. Independiente dejó pasar la chance de sumarse a ese pelotón el año pasado, cuando perdió la Suruga Bank (ante el Júbilo Iwata) y la Recopa (con el Inter de Porto Alegre), además de quedar eliminado en las ediciones de la Libertadores y Sudamericana que disputó.

Boca quedó en la puerta de abrazar la gloria total. Pisó territorio brasileño dispuesto a convertirse en emperador de América y gobernador del planeta, pero Corinthians, por primera vez en una final copera, se interpuso al sueño que mantuvo en vela a la mitad más uno de los argentinos en una medianoche en la que, las campanadas de las doce, rompieron el hechizo antes de tiempo

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