Parece ayer cuando Ricardo Gareca en 1985 le dio a la Argentina en aquel cruce ante Perú el pasaje a México 86, después de una arremetida fulminante de Passarella. A 32 años de aquel episodio, Gareca vuelve a meterse en la historia de la Selección, ahora dirigiendo a Perú y en una circunstancia decisiva de las Eliminatorias para Rusia 2018. El estilo de la prudencia que nunca abandonó. El realismo para interpretar los momentos

-¿Lo recordás al Flaco Gareca jugando al fútbol con la camiseta de Boca?

-Sí, más bien que lo recuerdo. La verdad, era un tronco infernal. Mamita lo que era. ¿Te acordás Flaco?

Hace varios años en un móvil de televisión, Ricardo Gareca escuchó en vivo aquella apreciación lanzada del Loco Gatti en estudios y las posteriores risas que despertaron sus palabras. Gareca se sonrojó levemente y sonrió de compromiso. Se bancó como un duque la jodita de Gatti. Saludó al Loco a la distancia, evocó su pasado en Boca y todo quedó bajo el registro de una anécdota insignificante.

Pero en realidad la anécdota que no dejó bien parado al ex goleador boquense (también jugó en Sarmiento, River, América de Cali, Vélez e Independiente) acercó una sensación: Gareca, quien se reconoció de joven como muy impulsivo y vehemente, era incapaz de embarrar la nota. En su larga trayectoria, primero como jugador y después como técnico, siempre intentó perseguir la prudencia. Aún en los momentos más difíciles.

Esa misma prudencia reivindicada en sus actos es la que hoy también lo distingue en vísperas del importante partido de este jueves en La Bombonera entre Argentina y Perú, selección que dirige desde marzo de 2015.

“Estamos mentalizados para ganar”, viene repitiendo Gareca hace un par de meses marcando con firmeza su territorio. Hay que considerar que esas palabras no provienen de un típico charlatán del fútbol. O de un personaje que cultiva las frases tribuneras para ganar espacios e influencias en los medios. Nunca entró en esa categoría bizarra el Flaco. Nunca se dejó tentar por el show que lleva y trae más miserias que grandezas. Y más agachadas que confirmaciones.

Las circunstancias siempre impredecibles del fútbol lo ponen por estos días en el rol de gran examinador de Argentina. Y de una resistencia a que Argentina clasifique directo para Rusia 2018. Casualmente él, que aseguró con aquel gol agónico ante Perú en 1985 el pasaje a México 86 (el gol simbólico lo hizo Passarella después de bajarla con el pecho y cruzar el derechazo que recorrió la línea de sentencia), aunque después Bilardo lo dejó afuera de la lista definitiva del Mundial, cicatriz fulera y perdurable que al Flaco nunca le terminó de cerrar aunque hayan pasado poco más de tres décadas de ese episodio.

En la actualidad, Gareca, al frente de Perú y con su equipaje austero, va a regresar a un estadio que supo ser un refugio y una condena. Porque La Bombonera primero lo cobijó y después de su conflictiva partida a River en el arranque de 1985 junto con Ruggeri, lo despreció y lo rechazó como se desprecia y se rechaza a los grandes enemigos.

“Fui demasiado puteado durante mi carrera, pero no me quejo”, alcanzó a confesar Gareca en alguna oportunidad. Hostigado por los hinchas de Boca y después por los hinchas de River cuando volvió al Monumental para jugar la final de la Copa Libertadores de 1986 defendiendo al América de Cali, cuando el malogrado Búfalo Fúnes con un zurdazo cruzado al segundo palo de Falcioni clavó el gol de la victoria y la consagración millonaria.

En la noche del jueves 5 de octubre, Gareca, seguramente, también será hostigado por los hinchas argentinos. “En general llegué y me fui de lugares en momentos inoportunos”, dijo en más de una ocasión. Recordaba capítulos no felices de su historia futbolística. Pero el hombre de 59 años no pasó facturas. No transfirió responsabilidades. No vigilanteó a nadie. Se guardó los viejos disgustos y rencores del pasado.

Y se los guardó tan bien que nunca los reveló. Habrá sido por pudor, por recato, por discreción o por la prudencia que siempre abrazó. Pero arrojadas todas las cartas arriba de la mesa, queda claro que se autoimpuso el silencio. No el olvido. El silencio más o menos piadoso.

Si tuvo ánimo de revancha por no ser considerado por el ambiente del fútbol argentino como un entrenador de elite, nunca se notó. “No soy de hacer ruido en los medios, no lo necesito” , aclaró cada vez que lo consultaron. Y cumplió. No participó de ningún conventillo. Dejó fluir. Dejó que hablaran los demás. “Siempre fui así”, confirma sin arrepentimientos.

Y le fue bien siendo así. Sobre todo le fue muy bien en Vélez como técnico (club del que es hincha desde que era un pibe y miraba los goles, los golcitos y los golazos de su admirado Carlos Bianchi), conquistando cinco títulos nacionales entre el 2009 y el 2013. Le faltó la Copa Libertadores. La Copa que el Flaco ni como jugador ni como entrenador logró ganar.

Ese hombre de 59 años que cultivó el realismo (¿mágico?) de la vida y que supo crecer en una profesión despiadada como casi todas las profesiones, vuelve en horas al escenario de sus primeros sueños. Y de sus primeras pesadillas. Vuelve a la cancha de Boca con Perú para soplarle a Argentina la clasificación al Mundial. Vuelve para ganar. Aunque en otros planos más íntimos ya ganó.

Contacto

Registro ISSN - Propiedad Intelectual: Nº: RL-2025-11499155-APN-DNDA#MJ - Domicilio Legal: Intendente Beguiristain 146 - Sarandí (1872) - Buenos Aires - Argentina Teléfono/Fax: (+5411) 4204-3161/9513 - [email protected]

Edición Nro. 15739

 

Dirección

Propietario: Man Press S.A. - Director: Francisco Nicolás Fascetto © 2017 Copyright Diario Popular - Todos los derechos reservados