Probablemente no exista un enunciado tan indolente que “la violencia en el fútbol”. La barra brava está a la vista y suele ser considerada por dirigentes y políticos como una rara avis del fútbol, algo así como extraterrestres que llegaron un día y se instalaron en un sistema que no solo no los expulsa, sino que los reconoce como si fuesen tan inevitables como la lluvia, o una tarde de domingo.
A diferencia del resto de los mortales no pagan entrada, copan el transporte público y si viajan en micros, la Policía los “encapsula” -eufemismo de escoltarlos de ida y vuelta- y cuando demuestran su poder, los medios se alarman como la primera vez. Pese a todo, al menos una porción del público los idolatra. Pareciera que el problema no es solo “de los violentos”, sino de una conglomerado social, cultural, político y sistémico.
Para hablar de ese aspecto del fútbol, entonces, hay datos, acciones y eufemismos. DIARIO POPULAR estuvo en un operativo de Tribuna Segura, el programa que depende Dirección Nacional de Seguridad en Espectáculos Futbolísticos, del ministerio de Seguridad de la Nación.
Fue la tarde en que Boca venció a Olimpo por la primera fecha, pero con una historia que comenzó mucho antes del partido para impedir que a la cancha entren esos violentos de los que tanto se suele hablar, al menos de los procesados por algún delito penal o prófugos.
Son históricos. Los que en nombre de erradicar “la violencia en las canchas” privan a los espectadores de encendedores, pilas para la radio, botellas plásticas con agua o paraguas, mientras que la barra ingresa con banderas, fuegos de artificio y algún que otro trago. Tribuna Segura no parece esconder otra cosa en su enunciado que el objetivo que promueve y tiene números para refrendarlo.
A un año de su implementación, pasaron por los controles dos millones de espectadores, de las que resultaron -al cabo de la cuarta fecha del actual torneo- 1061 casos efectivos, entre derechos de admisión (883) o capturas (178). Los detectó Tribuna Segura, que de a poco comienza a engranar en un mecanismo de Seguridad que era un colador.
La herramienta para hacerlo cabe en la palma de la mano: un teléfono celular que cruza el DNI del ingresante con tres bancos de datos y literalmente da luz verde a quien puede ingresar y roja para quienes tienen derecho de admisión y azul para los pedidos de captura. Cada teléfono tarda, como máximo, siete segundos en brindar la información y cada responde en promedio unas 600 consultas.
En la Bombonera el operativo contó con 100 cadetes y 20 policías en servicio, todos de la Metropolitana. Los primeros, dispuestos en los accesos blandos y el grupo de experiencia en El campito: un pulmón verde que -se sabe, pero la Justicia no lo investiga-, la barra brava administra como estacionamiento los días de partido y por allí también ingresan una hora antes del pitazo inicial.
Guillermo Madero es el director del área y poco después del mediodía está cargando en una camioneta los gazebos que se instalan en las inmediaciones del estadio para que su equipo trabaje, las mochilas de comunicación y los aparatos, juntos al resto de los empleados. Cuando “se metió” con La 12, algunos colaboradores del presidente Mauricio Macri pidieron su cabeza, pero sigue en el cargo. Tiene luz verde de la Rosada para ocuparse del problema.
Juan Manuel Castrilli es el líder del grupo que está desde las 13 en la Bombonera y a las 16 suena su radio.
“Tenemos un positivo”, alertan. A dos horas para el partido y a unos 80 metros del troncal del campito fueron divisados los líderes de La 12, Rafael Di Zeo y Mauro Martín, ambos con prohibición de la Justicia -y del propio programa, por derecho de admisión- para ingresar a cualquier estadio. La alerta no es por ellos, sino por quien les sigue en la línea de mando, Mariano Mantarro quien probó suerte por otro acceso y al ser identificado el teléfono se iluminó rojo.
Su nombre estaba entre los 3.000 en que cuenta el programa entre el derecho de admisión que alguna vez presentaron los clubes, los conformados a partir de un fallo de un juez con un procesamiento penal y los pedidos de captura en general. Di Zeo y Martín, no lo intentaron después de que su enviado no les mandara el mensaje de que había podido entrar. Los portadores de bombos, banderas e instrumentos tuvieron luz verde, pero fueron requisados luego por la Policía para recién tomar posición en su bandeja media.
El camino parece ser largo, pero el primero de los pasos para cambiar el rumbo parece ser eficaz. El programa comenzó piloto en Buenos Aires y actualmente se extendió a Mendoza, Córdoba, Salta, Neuquén, Tucumán, Formosa, San Juan, Santa Fe, Jujuy e Entre Ríos.
Las barras bravas no desaparecieron -ni lo harán en un abrir y cerrar de ojos, será tan gradual como llegaron a enquistarse-, pero al menos la tribuna comienza a ser un lugar más seguro para aquellos que van a ver fútbol. Será, cuando no haya lugar para los violentos, pero tampoco para los eufemismos.
El programa Tribuna Segura tiene amplitud nacional y lazos con países limítrofes, pero una limitación fundamental: en materia de seguridad cada estadio tiene jurisprudencia en la fuerza correspondiente: Si es en la ciudad de Buenos Aires, será la Policía Metropolitana y en cada provincia, su propio cuerpo. Además, la policía local del Municipio en cuestión. Quien lleva adelante el programa, Guillermo Madero, tiene como principal tarea lograr que cada fuerza le asigne personal para poder llevar adelante su parte.
En la Bombonera fueron 120, en Tigre unos 25. Cada uno porta un teléfono celular con la app que el área de sistemas de la Dirección Nacional de Seguridad en Espectáculos Futbolísticos desarrolló para cruzar con el banco de datos biométricos del Registro Nacional de las personas y el registro de pedidos de captura de los juzgados.
Cada gobierno que conoce las bondades del programa le pregunta a Madero de qué manera pueden ayudar. “Les digo que compren celulares para cargarles el programa y que sus operativos queden integrados con el de Programa Segura”, se esperanza el responsable del área.
Más allá de los números y las estadísticas la efectividad del programa se evidencia en las actitudes de quienes saben que ya no podrán entrar más a un estadio: más allá del intento de Rafael Di Zeo y Mauro Martín, una de las personas que terminó detenida en la Bombonera concurrió acompañada de su abogada y una certificación de que una causa por la que no podía ingresar estaba saldada ya que realizó una probation.
“Tenía dos causas nuevas: nosotros tenemos acceso directo a los datos de la Justicia y lo detuvimos porque estaba prófugo”, explica.
“Hoy las barras son bravas porque son el crimen organizado y no dejamos que entren. Antes las barras, eran el folklore, el colorido”, remarca como si ese fuese el objetivo.