Si la decisión de implementar el VAR ya había generado una encendida polémica, su aplicación provocó este martes un primer cimbronazo en esta parte del continente. La caliente revancha entre Lanús y River por la semifinal de la Copa Libertadores arrojó dos jugadas clave en las que el árbitro debió recurrir a la tecnología, aunque esta no pareció despejar las dudas ni las discusiones.
A los 15 minutos del primer tiempo, Diego Braghieri cargó desde atrás a Ignacio Fernández dentro del área. El ecuatoriano Wilmar Roldán, previa revisión, dictaminó el penal. El contacto es leve, pero existe.
Más tarde, a los 21 minutos del complemento, Gonzalo Montiel tomó de la camiseta a Román Martínez, quien se dejó caer adentro del área como si hubiese sido partido por un rayo. Nuevamente Roldán, que dudó al principio en cobrar el penal, recurrió al VAR y lo sancionó. Y estuvo bien: el juvenil defensor le tironeó la casaca al volante granate.
Sin embargo, en el primer tiempo hubo una jugada todavía más clara y el árbitro no sancionó y ni siquiera se pidió la asistencia del VAR. Scocco enganchó adentro del área e Iván Marcone tocó groseramente la pelota con la mano. Fue un evidente penal y no se cobró.
Roldán también aplicó la tecnología para determinar la existencia o no de posición adelantada en los goles convertidos por José Sand y Lautaro Acosta. Y estuvo correcto.
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