“En Primera hay ocho clubes que funcionan como sociedades anónimas”, soltó sobre el final de la semana pasada el presidente de la AFA, Claudio Tapia. El sinceramiento le apuntó directamente a la Superliga -administrada con autonomía por los clubes que la integran-, pero los casos no se acotan a la elite del fútbol argentino: en el Ascenso, hay casos en cada categoría.
A la cabeza de los clubes aludidos por Chiqui Tapia está Talleres de Córdoba. En los papeles el club es como cualquier otro y los socios eligen a las autoridades. Su presidente, Andrés Fassi es accionista de Pachuca de México, fue quien le pidió a su par de Boca, Daniel Angelici, que le de apertura a las sociedades anónimas en la Argentina.
Tapia no reveló los otros siete, pero en su círculo explican que se refiere a aquellos clubes que fueron gerenciados y que hoy conservan la estructura, aunque funcionando como sociedades civiles. La nómina entonces ubica también a Belgrano, Godoy Cruz e incluso a todos los clubes que depositaron en representantes -Cómo Cristian Bragarnik en Arsenal, Defensa y Justicia e incluso Racing- la marcha del fútbol profesional.
Pero hay más, Sportivo Barracas, en la Primera C, tiene detrás la estructura de un sindicato: el de los porteros que tiene al mismo responsable que en el club: Víctor Santa María. El gremialista estuvo detrás del predio de Comunicaciones, fue candidato a presidente de Boca y llegó al club de Barracas después de otro proceso privatista, el de Barracas Bolívar.
En la B Nacional, el ascendente y polémico Deportivo Riestra tiene detrás al abogado Víctor Stinfale quien maneja el club como si fuera propio: le cambió los colores a la camiseta, lleva el nombre del equipo amateur que comparte con sus amigos y tiene un solo papel firmado. Cuando se retire, no está claro a quien le corresponden las obras realizdas.
En la misma categoría, emerge otro caso que llega del Federal A: Agropecuario tiene al sojero Bernardo Grobocopatel como presidente, pero su rol es el de un gerenciador. No estaría en la antesala de la elite del fútbol argentino si no fuese por la inyección de dinero que aporta de los negocios que se nutren con glifosato. Al equipo lo viste Adidas, la misma marca que a la Selección argentina.
En la Primera D, el caso más saliente es Real Pilar un club del que apenas pasaron algunos meses de su fundación y se ajustó a los requerimientos para ser aceptado como afiliado directo, algo que logró el año pasado y que ningún otro equipo lo logró en los últimos 40 años. Detrás de ese proyecto, está la avanzada privatista del fútbol argentino. Es que estar en off side, también es estar adelantado.
comentar