Nunca mejor dicho aquello de la inyección anímica. River abrochó la segunda victoria al hilo en un torneo para el olvido, parado en la crespa de la ola motivacional que le generó su triunfo ante Boca en la final de la Supercopa Argentina. Le ganó a 3 a 1 a Belgrano, en un Monumental desbordante de gratitud, con actuaciones de alto vuelo como las de Gonzalo Martínez y de su implacable goleador, Ignacio Scocco, que volvió a entrar desde el banco con los tres puntos bajo el brazo.
No hubo que esperar mucho para comprobar que River había oxigenado su sangre con el triunfo ante Boca. Con una clara intención de presionar al rival, el Pity Martínez robó una pelota ante una floja salida de Godoy, luego dejó en el camino al mismo defensor que le había entregado el regalo y definió con un tiro muy fuerte que venció la resistencia del arquero. Apenas se jugaban dos minutos y River ya estaba en ventaja y demostraba lucidez, especialmente en las intervenciones de sus hombres del medio, Martínez, Ponzio y Nacho Fernández. Pero pese a ese dominio sobre territorio cordobés, no pudo asestar el tiro de gracia en esa primera parte; Fernández desaprovechó una muy clara de frente al arco mientras que al resto de las aproximaciones les faltó profundidad.
Dentro de ese panorama, Belgrano tuvo un par de coqueteos con el balón que no le alcanzaron para inquietar pero sí para avisar que alguna idea manejaba en el medio. Incluso, llegó a hilvanar un ataque en el que Epifanio García quedó solo (ya mandó la pelota al fondo) pero el ataque fue invalidado por un off side muy fino.
En la segunda parte Belgrano apuntaló esas pequeñas señales positivas. El ingreso de Jonás Aguirre le dio más determinación en cada ataque y, en una jugada con mucho toque, de derecha a izquierda, Lértora habilitó a Benítez, centro fuerte que sorprendió a Armani, despeje corto y aparición de Epifanio Martínez para anotar el empate. A partir de allí a River lo costó volver a adueñarse del control emocional del juego, incluso Belgrano tuvo un par de aproximaciones con las que exigió a Armani y otros tantos remates desviados.
River también tuvo lo suyo pero necesitó de una decisión clave de Gallardo: el ingreso de Nacho Scocco. La primera que tuvo (idéntica a la del segundo gol frente a Boca) se la tapó con un manotazo magistral de Acosta. Pero un rato después, en un arranque a pura potencia en pared con Mayada, Scocco apareció libre y anotó el 2 a 1 con un derechazo cruzado.
Con Belgrano malherido, a poco del final, Scocco volvió a aparecer con toda su lucidez goleadora: desde el borde del área con un zurdazo impecable, puso la pelota contra un palo. Era la guinda del postre después del manjar de entresemana que le permitió alzar la cabeza y volver a sonreír.
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