El recuerdo del gol del pibe Rubén Bruno, a Argentinos Juniors, que determinó la extraña forma con la cual River fue campeón en 1975 en una fecha donde los equipos actuaron con juveniles, es la última imagen fuerte que se registra de un paro de futbolistas, pero la historia de huelgas que pararon la pelota arrancó hace más de ochenta años.
En marzo de 1931 la primera huelga originó justamente el origen del profesionalismo, poniendo punto final a la llamada “Ley Candado”. Por aquel entonces algunos clubes le pagaban sumas a sus futbolistas. Fue allí cuando se decidió que cada jugador tuviera un contrato: derechos y obligaciones. Con eso, se intentó frenar la migración. “Eramos amateur y por lo tanto, al terminar el campeonato podíamos ir adonde se nos diera la gana” decía Juan Scursoni.
Luego, la más significativa, tuvo lugar diecisiete años después, en 1948. La mayoría de los consagrados, más de medio centenar, dentro de quienes estaban Alfredo Di Stéfano, el “Charro”José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera y Néstor “Pipo” Rossi, emigró (a excepción de Norberto “Tucho” Méndez) a Colombia. Se terminó jugando con juveniles y luego de ello, el fútbol pudo conseguir la personería gremial. El emblemático arquero de Independiente Fernando Bello, fue el primer secretario de Agremiados.
El año 1971 marcó otro punto de inflexión. En ese caso se pedía esencialmente por el Estatuto del Futbolista. José Omar Pastoriza, figura de Independiente y sindicado como el “cabecilla” de una medida que hizo arrancar el fútbol con juveniles, tuvo que irse a jugar al Mónaco.
Tiempos de la formalización de los convenios colectivos en las distintas actividades se vivían en 1975. Fue allí donde se vivió esa última fecha del Metropolitano, de la que hablábamos líneas arriba y el día de la coronación de River como campeón Metropolitano fue en una fecha donde todos los equipos jugaron con juveniles.
En 1984 Boca estaba en deuda con sus futbolistas y éstos estaban en condiciones de pedir la libertad de acción. En 1985 el defensor Oscar Ruggeri y el delantero Ricardo Gareca, sus máximas figuras, lo hicieron y para irse a jugar nada menos que a River. Como no se la querían conceder, el fútbol estuvo parado por ellos y por Mario Franceschini, de Nueva Chicago.
Las otras medidas tuvieron lugar en 1988, por un petardo que rompió un vidrio en la cancha de Instituto y puso en riesgo de vida a Claudio Zacarías de San Lorenzo.
En 1993 la medida se dio por una denuncia de Talleres de Córdoba contra el árbitro Javier Castrilli, por “maltrato”, luego de que este le expulsara a cinco jugadores.
La penúltima historia se escribió en 1997, cuando futbolistas de Deportivo Español recurrieron al gremio enfrentando al entonces presidente Francisco Ríos Seoane. Pedían la libertad de acción Gustavo Campagnuolo, Pablo Guede, Sergio Castillo, Eduardo Fuentes, Marcelo Pontiroli y Mauro Potenzoni. La negativa y amenazas del dirigente produjo la intervención de Agremiados que fue al paro.