Primer enfrentamiento en campo de batalla: los árbitros dividen una vez más a "chicos y medianos" de los "grandes" y la contienda se da en un terreno concreto. La reunión de Comité Ejecutivo del martes fue ríspida por cuestiones horarias: Boca y River se pateaban el horario de las 21.30 y el presidente de un club mostró su disgusto por un temario tratado por todos, para un tema que tiene solo dos protagonistas excluyentes. Los representantes de otros clubes apoyaron la voz que se alzó y la respuesta de los aludidos le corrió el velo a lo que hasta ese momento era un encono solapado, una guerra fría.
"Así que los que se juntan en grupito afuera quieren decir algo adentro", fue la frase que cerró el ambiente en un profundo silencio. El "grupito" no conoce fronteras, sus estadios están a kilómetros de distancia entre sí y, es verdad, se juntan fuera de AFA algunas horas antes de la reunión de comité ejecutivo. A veces almuerzan, otras hablan entre cafés, pero siempre hay un tema por debatir y una posición por tomar, en conjunto.
"Ustedes están acostumbrados a hacer la rosca acá adentro y se piensan que son todos como ustedes. Nos reunimos afuera, si ¿cúal es el problema?", retrucó el dirigente. En esa puesta de posiciones llegó el primer asunto a zanjar sin Julio Grondona: el grupito federal se declaró cansado de los caprichos de los rosqueros a la hora de rechazar árbitros y le pidió a Luis Segura que se modifique el sorteo y se pongan tantas bolillas como árbitros disponibles y que "toque el que toque".
La cuestión dividió aguas y por primera vez los dirigentes se agruparon sin eufemismos detrás de un propósito con el objetivo de arrebatarle a un sector un derecho adquirido, como bochar árbitros. Segura, entonces, tuvo que arbitrar con la mejor cintura que pudo y llamó al director de formación arbitral de la AFA, Miguel Angel Scime para que el próximo martes participe de la reunión de comité y responda cuales son los criterios utilizados para realizar el sorteo. A cambio, el ex árbitro pidió algo concreto: que los dirigentes no hablen de los arbitrajes públicamente y se comprometan a que los técnicos de sus equipos hagan lo mismo.
La fisura está expuesta, representada entre federales y rosqueros. Si pronto se ponen tantas bolillas como árbitros para los sorteos, los grandes habrán perdido su primera contienda. Si pueden continuar evitando apellidos, confirmarán que más allá de quién se siente en el sillón principal, no todo pasa.