Por cuestiones de folklore, negocio y algo de necesidad binaria, Boca y River son como el agua y el aceite: uno no puede abarcar al otro, ni mezclarse siquiera. Las instituciones funcionan como blanco y negro. Los futbolistas que jugaron en ambos clubes, por lo general, se vuelven grises desteñidos por haber estado de uno y otro lado. La AFA, el centro del poder en lo que al fútbol respecta, también tiene una traza que pone a Daniel Angelici de un lado y a Rodolfo D’Onofrio del otro.
River perdió políticamente en el primer gran acuerdo sin Julio Grondona, casi tres años después de su muerte. Entonces River sostuvo su apuesta por Marcelo Tinelli, quien pocos meses después renunció a sus ínfulas en el fútbol. Boca, en cambio, selló el acuerdo que llevó a Claudio Tapia a la presidencia y al Tano, como vice primero.
La revancha del Millonario sería en la Superliga, pero los espacios de poder se repartieron con cierta equidad: los clubes que ocupan lugares en el comité ejecutivo, también se sientan a la mesa de las decisiones del nuevo torneo de Primera. En el tironeo del poder, en esta instancia, el superclásico tiene un gol para los de azul y oro.
Pero afuera, la cosa cambia. D’Onofrio integra la comisión de Intereses de la FIFA y su vice Jorge Brito la de cumplimiento y auditoría en CONMEBOL. El peso de la institución de Núñez, no estará en Viamonte pero pica fuerte en el escenario mundial. El Superclásico del poder, empatado.
Pero son esas igualdades con sabor a derrota. Cuando surgió la información de los casos de dóping en el equipo de Marcelo Gallardo, CONMEBOL no notificó a las autoridades en la Argentina. Puertas adentro, la situación dejó en evidencia una amenaza no solo para Angelici, sino para Tapia: el club que no maneja los hilos internos, tiene mejor aceitado el canal con Paraguay.
La espalda del titular de River es grande en Paraguay, donde el presidente de CONMEBOL, Alejandro Domínguez, tiene una puja con Angelici, quien con su liga de clubes de América pretende cambiar las reglas de juego para la confederación sudamericana.
En su primera gira con la Selección en el rol de presidente, Tapia debió zanjar una interna porque en Buenos Aires Angelici reprogramaba a River un día antes y D’Onofrio explotó y adelantó que haría jugar al equipo bajo protesta. Chiqui cortó por lo sano y mandó desde Bahrein -en una escala- la orden de que no modificara el calendario.
No siempre la relación fue tirante. Hubo un tiempo de flores, con ambos en la misma platea mirando a sus clubes en el verano. La noche del gas pimienta puso las diferencias sobre la mesa. Angelici no perdonó el ingreso a la cancha de D’Onofrio y su presentación para “ganar” los puntos en el escritorio.
Así lo explica Angelici, pero del otro lado las diferencias parecen ser ideológicas: mientras el titular de Boca coqueteó con el espacio de Tinelli, al titular de River le costaba escuchar los pedidos de Mauricio Macri, manifestados por el Tano.