La espera fue interminable y el camino agotador, pero finalmente Boca se dio el gusto de coronar un torneo en el que debió sufrir más de la cuenta para poder festejar. Fueron 30 fechas donde el xeneize por momentos jugó bien y en otros mal, sin lograr convencer a propios ni extraños, pero lo cierto es que sumó más puntos que ninguno, hizo valer su poder de fuego y quedó como el mejor de todos en un certamen que lo tuvo como líder indiscutido en la segunda mitad.
Su transitar fue accidentado, sobre todo en el comienzo, al punto que su debut fue con derrota, ante el campeón anterior, Lanús. Y si bien luego se hizo fuerte de local, le costó armar una idea de juego e imponer su propuesta ofensiva en cualquier cancha. Prueba de ello es que despilfarró puntos en sus primeras visitas, quebrando la racha recién cerca del final del año, frente a Gimnasia, en La Plata, para borrar una dura derrota en la semana ante Rosario Central, que lo dejó fuera de la Copa Argentina y de su sueño de jugar este año en la Libertadores.
El regreso de Fernando Gago, tras una dura lesión, fue clave para su levantada. Desde su impronta en la mitad de la cancha creció la figura de Carlos Tevez y también el rendimiento de los atacantes, convirtiéndose en una fuerza arrolladora, que abrochó con brillo tres clásicos consecutivos, ante San Lorenzo, Racing y River, para quedar en el cierre del 2016 como único líder de la competencia.
Sin embargo, llegó el receso del verano, y ese equipo que parecía armado para ser campeón recibió un duro cimbronazo. Tevez decidió marcharse al fútbol chino y ya nada fue igual. Ricardo Centurión asumió el rol de Carlitos con buen suceso, pero las lesiones y sus problemas extra futbolísticos lo terminaron sacando de escena. Para colmo de males, Gago volvió a lastimarse y en su regreso ya no fue el de los primeros partidos.
Sin Tevez, con Gago a media pila y con Centurión abrumado por el entorno, Boca empezó a perder peso, ahondando sus problemas defensivos y perdiendo eficacia en ofensiva. Una sorpresiva derrota de local con Talleres fue el anuncio, y aunque luego hilvanó tres victorias seguidas, llegó otro empate insólito ante Patronato en La Bombonera y una igualdad ante el modesto Atlético de Rafaela.
Los goles de Darío Benedetto, en gran nivel, taparon casi todo. Pero la dura caída ante River, de local, encendió la alarma, que sonó más fuerte cuando los de Nuñez, tras recuperar un partido pendiente, quedaron a sólo un punto de distancia. El equipo sintió el impacto y ante Huracán, en Parque Patricios, mostró su peor cara, jugando en un nivel paupérrimo y perdiendo dos puntos increíbles sobre el final.
Hacía falta una prueba de carácter y, cuando pocos lo esperaban, Boca la dio. Jugó uno de sus mejores encuentros ante el entonado Independiente, aplastándolo con un contundente 3 a 0, y como pocas veces logró imponer su estilo, más una actitud que se venía reclamando. El ingreso del colombiano Wilmar Barrios en la mitad de la cancha fue fundamental, los cambios en defensa ordenaron al equipo y la contundencia habitual de la delantera hizo el resto.
En el cierre, ayudado por algún traspié de su rival de siempre, afrontó la recta final con suficiente aire como para definir un torneo que se le había complicado, sumando así la estrella número 66 de su rica historia, la que seguramente pesará a la hora del recuento final, aunque seguramente sin el brillo de otras.