Hace algunos días en declaraciones radiales al Superclásico, Camilo Mayada dijo: “Siempre pasa en los partidos lo que te dice Gallardo”. Desde esa capacidad de interpretación y la elección de la táctica, River, empieza ganando. Esa supremacía táctica que va más allá de los rendimientos individuales hace que cueste encontrar rivales que sorprendan a River. Algunos se meten atrás, otros presionan en el medio o arriba, pero de todas formas River tiene la llave para que no le agarren la mano. El Boca de Gustavo Alfaro que venía de un 0-0 por la Superliga donde se habló de que supo cómo jugarle acabó siendo un equipo más superado tácticamente por River. Todos saben que los laterales van a pasar, que Enzo Pérez es la salida, que los delanteros entran y salen del área y que los volantes llegan al gol. Todos saben, pocos pueden evitarlo y cuando más peso tiene el partido más se agranda River.
Una cosa lleva a la otra. Esa superioridad táctica parece ser parte del alma del equipo que siempre entra a jugar sabiéndose más que el rival. Los jugadores anímicamente se sienten ganadores y salen a jugar con ese sello. Pueden no salir las cosas, pueden sufrir en pasajes del partido, pero la seguridad de cómo jugar, a qué jugar y con qué herramientas, parecen incorporadas naturalmente. Las estadísticas de series ganadas por River en los 60 mano a mano que ya jugó certifican el asunto. Boca fue y es el que más lo padece.
A pesar de las lesiones y las bajas, Gallardo siempre tiene un recambio. Javier Pinola que no venía jugando volvió a jugar un partido importante con mucho resto y experiencia. Ignacio Scocco que también está volviendo entró e hizo estragos. Lucas Pratto que jugó un ratito bajó dos pelotas que no fueron goles de casualidad. Ahora encima va a recuperar para la revancha a Juan Fernando Quintero y a Leo Ponzio. River tiene un plantel de alta calidad que no se resiente con ausencias y menos aún con los cambios de nombres y figuras.
Los rivales suelen buscar el modo de contrarestar la intensidad de River y evidenciar algunas falencias como a veces es la pelota parada en defensa o las pérdidas en salida. A eso apostó Boca y le salió mal, como a otros equipos. River generó pocas faltas a los costados y en los córners se las ingenió siempre para que los grandotes de Boca no ganaran cómodos. En cuanto a los cortes o las pérdidas en salida, tuvo pocas y peligrosas pero la velocidad de Milton Casco y Lucas Martínez Quarta, la inteligencia de Pinola y la viveza de Enzo Pérez para las faltas tácticas corrigieron casi todo. Contra River las pocas chances que te da y podes tener, no las podes fallar y Boca falló.
No se negocia nunca ir por más, tal como dijo en la primera conferencia de prensa Gallardo. La cautela y la especulación no están en el diccionario actual del Millo del Muñeco. Cualquier equipo, aún más en una semifinal de copa y en un clásico, si hace un gol a los pocos minutos, baja un cambio. River no. Sigue igual, como si ese gol no existiese. No juega a cerrar los partidos, porque cerrar los partidos es hacer más goles. Ante Boca fue muy evidente el gesto. Lo dominó y lo arrinconó y las pocas de Boca fueron de contra aún perdiendo en el resultado. El partido terminó jugándose casi todo el tiempo en el área de Alfaro y a la hora de los cambios terminó jugando y metiendo a tres delanteros aún ya ganando 2-0. Tanto es así que se quedó corto y bien pudo haber sido una goleada histórica e irremontable por esa actitud de ira siempre por más.
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