Ahi está la figura de Edgardo Bauza, saliendo de la Selección por la puerta de los empleados domésticos, la misma por la que entró. Sin siquiera recibir el saludo de despedida de los jardineros de la casa. El hombre de alta estatura y apodo que envalentona quedó reducido a las miniaturas que venían dentro de los chocolatines Jack.
No tenía pergaminos Bauza para llegar al cargo y un rápido ejercicio de conteo nos marca que no entraría entre los primeros diez nombres que cualquier futbolero propondría para ser DT de la Selección argentina. Veamos: Simeone, Sampaoli, Bielsa, Pochettino, Gallardo, Pekerman, Eduardo Berizzo, el Turco Mohamed, Gareca y el Tata Martino. Hasta el popular y simpático Caruso Lombardi estaría arriba de él en una encuesta.
Pero no merecía un tipo buenazo, laburador y noble como Bauza semejante humillación y destrato. Hasta el ‘boludo‘ que se escucho en la voz de Chiqui Tapia debe haber sido un puñal a su corazón. Tanto o más que la ausencia de una declaración de apoyo, aunque sea de compromiso, por parte de los futbolistas a los que dirigió y en muchos casos bancó a costa de su propio prestigio.
Al Patón lo eligió la Normalizadora y eso fue su principio y también su fin. La última palada de tierra sobre su cuerpo no se la tiró Chiqui Tapia sino Armando Pérez, cuando reveló que a Bauza lo habían elegido para el cargo máximo de nuestro fútbol por el gran mérito de que fue el único que no le habló de la plata de su contrato.
Fue un breve y mal ciclo el de Bauza. Desde el juego y también desde los números. Pero lo que le hicieron no se hace. Aunque el Patón también quedó en ridículo muchas veces con convocatorias y declaraciones. Al hombre que no iba a saber qué hacer después de ser campeón del mundo en Rusia 2018 se le adelantaron los tiempos: ya no sabe qué hacer hoy.
Por Víctor Folini