En los 70 y parte de los 80, Gatti y Fillol elevaron a los más altos niveles la competencia para determinar el perfil del arquero ideal. El Loco en Boca y el Pato en River representaron la síntesis perfecta. Hoy, a poco más de cuatro décadas de aquellos episodios futbolísticos extraordinarios, Boca y River denuncian la mediocridad de los protagonistas para defender los arcos de los clubes más grandes de la Argentina.

Lejos, demasiado lejos en el tiempo y quizás no tanto en la memoria colectiva quedaron las presencias de Hugo Orlando Gatti defendiendo el arco de Boca y de Ubaldo Matildo Fillol haciendo lo propio en River.

Fue durante la segunda mitad de la década del 70 y parte de los 80 que el Loco y el Pato (en el 83 dejó River a partir de un conflicto y jugó para Argentinos Juniors, luego en Flamengo, Atlético Madrid, Racing y Vélez) compartieron sus calidades y distintos estilos en los dos clubes más grandes de la Argentina. Y fueron los dos arqueros más influyentes y determinantes con que contó el Flaco Menotti para integrar la Selección durante sus ocho años de gestión.

A poco más de cuatro décadas de aquellos capítulos imborrables, Boca y River continúan extrañando a Gatti y Fillol. La Selección nacional también. La nostalgia tiene un contenido esencial: fueron arqueros extraordinarios que aún siguen perdurando. Más conceptual e ideológico Gatti para interpretar el juego, más exuberante y clásico en sus recursos técnicos y físicos Fillol.

Hoy el arco de Boca y River continúa padeciendo y lamentando sus ausencias. Boca cuenta con Agustín Rossi y Guillermo Sara. River con Germán Lux y Augusto Batalla. Decir que no hay equivalencias con Gatti y Fillol no es otra cosa que decir la verdad. No una verdad relativa. O una verdad agarrada con alfileres. Una verdad absoluta. No es que exista una intención de tirar debajo de un camión a Rossi, Sara, Lux y Batalla. Pero las diferencias de nivel no pueden ocultarse. Son notables, directamente.

Quizás este momento sea el más frágil y vulnerable por el que atraviesan Boca y River respecto a las respuestas, no deseadas, de sus arqueros. Guillermo Barros Schelotto y Marcelo Gallardo por supuesto no lo van a plantear en estos términos. No corresponde. Pero lo comprueban como lo puede comprobar cualquiera que frecuente el fútbol.

La mediocridad que exhiben (Lux regresó a la Argentina hace un par de meses y no queda afuera de esta consideración) es demasiado evidente como para no advertirla. Y hasta pone en foco los serios problemas del fútbol argentino en encontrar un arquero a la altura de las grandes exigencias internacionales.

Bastaría con recordar que Sergio Romero es el arquero titular de la Selección desde hace 8 años, jugando dos Mundiales y tres Copas América. Y Romero no es, precisamente, un gran arquero. Ni un muy buen arquero. Sin embargo nadie le ganó el puesto, lo que sin lugar a dudas denuncia el vacío que experimenta la función o la especialidad.

¿Por qué no surgieron figuras que pudieran competir en el rubro condiciones y eficacia con Gatti y Fillol? En alguna oportunidad, Fillol comentó: “El problema es que en la Argentina se consideró durante muchísimos años que el puesto del arquero es el puesto del boludo y no se atendió la formación. Y ahora estamos pagando las consecuencias”.

Gatti, en cambio, lo atribuye al talento ausente, salvo algunas excepciones: “Después que me fui, el que más me gustó fue el Mono Navarro Montoya. El colombiano Córdoba, al que recomendé a Boca, porque yo fui el que lo recomendó, también me gustaba, aunque me di cuenta que le faltaba swing. Y se acabó. Es muy difícil que Argentina vuelva a tener un arquero como Fillol. O como yo. No veo la gran intuición, inteligencia y pasión que se necesita para jugar de arquero. Porque para ser arquero tenés que jugar. Si no jugás, agarrala con la mano. Y te convertís en un arquero de metegol como son la mayoría, siempre dudando y cagados en las patas. Por eso a más de uno hay que meterles un ají en en el culo para que se despierten y salgan del arco antes de que el travesaño se les caiga encima”.

Más allá de las lecturas particulares de Gatti y Fillol, la realidad es que arqueros de auténtica jerarquía hace varios años que no ganan los escenarios del fútbol argentino. Antes de Rossi y Sara, el titular del arco de Boca era Agustín Orión, hoy en Colo Colo. Antes de Batalla y Lux, el titular del arco de River era Marcelo Barovero, hoy en Necaxa. Ni Orión ni Barovero podrían ser calificados como estupendos arqueros. No eran del montón, pero tampoco pertenecían a ninguna elite.

Ahora Boca y River tienen arqueros del montón. Y los recuerdos de Gatti achicando y anticipando y de Fillol volando al ángulo imposible, son postales invencibles. Tan invencibles como la naturaleza de la nostalgia.

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