"Estamos en un momento complicado, critico", afirmó Julio Buffarini. La mención posterior a la derrota por 1-0 ante Lanús, hacía referencia a las circunstancias que hoy padece San Lorenzo, después de conquistar por primera vez la Copa Libertadores, hace apenas tres meses.
¿Qué factores operaron para que San Lorenzo continúe brindando señales tan poco alentadoras de cara al Mundial de Clubes? Los números marcan una realidad siempre relativa: en 13 fechas del campeonato, perdió 7 partidos, convirtió 13 goles y le anotaron 17, además de quedar eliminado de la Copa Argentina por Defensa y Justicia en octavos de final. Desde ese foco resultadista, que nunca deja de ser precario, facilista e insuficiente, aunque para el entrenador del Ciclón, Edgardo Bauza, explique todo o casi todo; el presente del equipo es muy preocupante.
¿Pero el fútbol es tan lineal como lo reflejan los números? ¿San Lorenzo es por estos días un equipo totalmente derrumbado, que en el caso que llegara a cruzarse en algunas semanas con el Real Madrid se comería una boleta histórica y vergonzosa, como temen sus hinchas y dirigentes? Nadie sabe, porque estas cosas no se saben con precisión qué es lo que debilitó las defensas del equipo y lo expuso a la crítica y la descalificación dura. No lo saben los jugadores ni su técnico Bauza. Se ensayaran respuestas, interpretaciones, excusas, justificaciones, búsquedas de chivos expiatorios infaltables en estos casos, planteos para encontrar soluciones inmediatas que nadie tiene, pero todos, absolutamente todos estos intentos terminaran en un callejón sin salida.
Desde la simplificación tan frecuente en el fútbol y fuera de las fronteras del fútbol, se repetirá que estamos asistiendo al fin de un ciclo. O que los jugadores después de la Copa Libertadores se aburguesaron y relajaron y no corren lo que corrían antes. O que Bauza se la creyó y ya no tiene más nada que hacer porque el plantel lo pasó por arriba y lo devoró. O que la ausencia de Ignacio Piatti (actuando en el Montreal Impact de Estados unidos) fue para San Lorenzo más o menos lo mismo que dejarlo al Napoli de la segunda mitad de los 80, sin Maradona.
Si San Lorenzo resignó algo importante en estos últimos meses son los rendimientos individuales de sus principales jugadores. Decayeron esos rendimientos. El de Torrico, Buffarini, Mercier, Ortigoza y Romagnoli (fracturado en el codo izquierdo frente a Lanús). Y estas caídas inesperadas arrastraron al resto. Y precipitó el escenario que suele perseguir y dañar a un plantel cuando lo atacan frentes de tormenta que terminan en una serie de derrotas: todos quieren salvarse individualmente. Los más jóvenes y los más experimentados. Y no se salva nadie. Ni aquellos que generalmente juegan bien en 9 de cada 10 partidos.
Es la duda existencial del fútbol de todos los tiempos. Que por supuesto trasciende a San Lorenzo, aunque hoy lo enfoque particularmente a San Lorenzo. Esa duda que vulnera el valor colectivo es lo que erosiona al Ciclón, que por otra parte nunca tomó dimensión de equipazo, ni aún en su momento de mayor reconocimiento y gloria, como en su coronación en la Copa Libertadores.
Si no reconstruye ese tejido de solidaridades efectivas y plenas que sometan la fantasía de la salvación individual, la crisis tendrá efectos no deseados. Si San Lorenzo se hizo fuerte, fue cuando expresó una convicción. Con más o menos juego. Pero había atrapado una convicción, que en el fútbol siempre es grupal o no es nada.
¿Cómo puede recuperarse esa convicción? Hablando todos entre cuatro paredes o a cielo abierto. Pero sin testigos. Sin filtraciones. Y sin Bauza.