La durísima derrota frente a Colombia no es lo más importante aunque sea muy significativa para las posibilidades de Argentina en la Copa América. Lo peor fue la producción individual y colectiva que mostró el equipo y la ausencia de una idea para interpretar el juego.

“Uno de los objetivos es que la gente se identifique con esta Selección”. La frase la pronunció Lionel Scaloni en los días previos al cruce de Argentina ante Colombia. Esa búsqueda del entrenador arrancó muy mal. No exclusivamente por la derrota 2-0 en el debut de la Copa América, sino por el mediocre rendimiento del equipo. Un rendimiento que nunca levantó vuelo. Y que salvo los primeros 20 minutos del segundo tiempo cuando creció a partir de adelantarse en el campo y evidenciar la intención de ganar la iniciativa, generó alguna expectativa favorable.

Antes y después de ese lapso en el que empujó mucho más de lo que elaboró, la Selección no encontró juego, circulación ni llegada. Fue un manojo anárquico de individualidades esparcidas por la cancha. Sin una idea, sin una línea y sin un boceto aunque sea primario de lo que podría reflejarse en un funcionamiento.

La realidad es que si no se sabe a que jugó Argentina en aquella derrota por 3-1 frente a Venezuela en los finales de marzo de este año, ahora esa película deprimente volvió a editarse. No sé sabe que pretendió hacer Argentina ante Colombia en Salvador de Bahía. Y esta indefinición flagrante es precisamente el nudo central que debería explicar Scaloni, por lo menos a sus dirigidos.

Porque lo que dejó Argentina en su presentación no puede relativizarse o subestimarse en nombre de una nueva etapa que arrancó luego del colapso en Rusia 2018. Algo tendría que estar expresando la Selección. No la imagen de un gran equipo. O de un muy buen equipo, porque esto parece a esta altura demasiado lejano. Pero por lo menos algo que valga la pena ser considerado.

La verdad es que no hay señales de la Selección. Ni con Messi adentro ni con el Kun Agüero como su ladero ofensivo. Le costó horrores al equipo manejar la pelota. Tener la pelota. Conservarla. Hacerla circular. Y progresar a favor de su posesión. Denunció no estar preparado el equipo para hacerse de la pelota. Como si fuera a contramano de su naturaleza futbolística. Como si no pudiera mostrar que se fortalece en el pase, en la tenencia, en cierta circulación aunque fuera precaria y básica.

Semejante nivel de retroceso ante un adversario que no está entre los tres o cuatro primeras potencias del fútbol mundial, revelan la debilidad colectiva de Argentina para afrontar el partido. Si el compromiso le quedó grande a la Selección, habría que señalar, sin ninguna duda, que también le quedó grande a Scaloni desde el arranque hasta el final.

Colombia de ninguna manera la rompió ni estuvo cerca. Pero igual, con poco, desnudó el perfil inofensivo de Argentina. Messi aislado, Agüero desconectado, los volantes Rodríguez, Paredes y Lo Celso, más Di María (en la segunda etapa reemplazado por De Paul), muy lejos de propiciar cualquier encuentro, dibujaron la imagen de la desprotección más absoluta.

Esa fue la potente sensación que arrojó Argentina: la de un equipo totalmente desprotegido. Vulnerable. Frágil. Estático. Previsible. Impotente. Que tuvo un ratito en el complemento en que insinuó una recuperación que se esfumó luego del golazo que inventó Roger Martínez luego de limpiarse a Saravia y clavarla al segundo palo de Armani.

No tenía nada interesante para ofrecer la Selección. Messi dejó otra vez en claro que si el equipo que integra no cuenta con un buen funcionamiento, él no puede resolver la complejidad del juego ausente. La escuela de toda su vida se nutrió del gran funcionamiento que siempre (o casi siempre) manifestó el Barcelona. Necesita Messi el funcionamiento del equipo para brillar. Y la Selección (las de antes y la de ahora) no lo tiene.

Por eso su aporte es más potencial que efectivo. Aunque esa potencialidad siempre despierte ilusiones propias y temores ajenos. Pero sigue padeciendo Messi a la Selección. Y la padece trascendiendo la derrota frente a Colombia. Porque no encuentra su lugar en la cancha. Y se pierde durante largos pasajes. Como se pierde el equipo en un sopor que invade todo.

Así, en esa atmósfera que hasta parece no tener en el horizonte más cercano respuestas superadoras, Argentina cayó sin grandeza y comprometió seriamente su clasificación a octavos. Tendrá que ganarle el miércoles a Paraguay para conservar sus chances. Pero para ganar deberá crecer en todos los planos y en todos los aspectos. Una misión muy difícil que no admitirá claudicaciones. Como, por ejemplo, las que tuvo en función continuada contra Colombia.

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