En función de lo que Argentina tiene por delante en la Copa América, poner en foco la línea futbolística que propone Lionel Scaloni a favor del control de la pelota y las dudas que revela cuando no la tiene, quizás denuncien el momento del equipo y la necesidad de crecer el viernes ante Venezuela

¿Un equipo puede disponer de la pelota durante los 90 minutos de un partido? No, ninguno. Un equipo puede tener la iniciativa, el control territorial y estratégico de un partido, pero en algunos pasajes la pelota la maneja el rival. Y en esos pasajes en el que es imprescindible cubrir los espacios para defenderse de la agresión futbolística adversaria, ese equipo dominante, debería seguir interpretando las luces y las sombras del encuentro para no perder el orden.

La Selección denunció en el marco de la Copa América que su entrenador Lionel Scaloni hizo una apuesta que hasta hace dos semanas no sabíamos cuál era. Ahora lo sabemos. La apuesta por la pelota. Por el control de la pelota. Si el Cholo Simeone, para citar un caso, no reivindica la posesión para imponer superioridad, Scaloni, casi sin proclamarlo, propone tener la pelota para que la Selección desarrolle su juego.

Esta es la idea central que Scaloni está proyectando en la Selección. Pero sólo con la idea no alcanza. A la idea hay que enriquecerla desde adentro (en este caso los jugadores) y desde afuera por la influencia y la convicción que logre transmitir el técnico.

Pretende jugar Argentina haciendo circular la pelota. Como lo hizo durante muy pocos minutos ante Colombia y Paraguay y en un gran segmento del partido frente a Qatar, en su mejor producción, cuando ya todas las alarmas habían comenzado a sonar.

Con la pelota en su poder muestra un perfil la Selección. La de un equipo que no espera. Que va a buscar. Que toca y quiere elaborar, aunque tenga serios problemas por las imprecisiones de algunos intérpretes para recibir y descargar corto o largo. Si se toca y no hay precisión, todo se desdibuja. Pero esa es la línea por la que intenta transitar el equipo para fortalecerse en el control efectivo de un partido y neutralizar a un rival, como lo hizo con Qatar. Aunque Qatar no sea un buen examinador, pero tampoco un desastre como lo quiso pintar el ambiente después de caer 2-0 con Argentina.

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Esa línea recién ahora se revela. Lo que demanda para su realización es un buen funcionamiento. Y Argentina no lo tiene. Lo que expresa es una búsqueda, un inicio, y un principio de acción, que tendrá que mostrar su evolución el viernes frente a Venezuela en Río de Janeiro. Pero el funcionamiento no está. ¿Y entonces?

Como el funcionamiento es una aspiración mientras se desarrolla la competencia, Argentina transmite las dudas propias de un equipo inestable. Que se aferra a la pelota cuando la conquista, pero que suele desorganizarse en la cancha cuando se la sacan. Porque quiere agruparse para recuperarla. Pero se agrupa dando ventajas. Y duda entre salir a romper sin la suficiente presión para ahogar al que la lleva o esperar cerca de su área.

Esa duda, como todas las dudas que interpelan al fútbol, es fatal para el equipo. Lo descompensa. Lo desequilibra. Y lo arroja a cierto desconcierto. También lo denunció contra Qatar en los últimos 20 minutos del primer tiempo, cuando le robaron la pelota y delató una fragilidad estructural para bancarse sin sobresaltos el dominio adversario que en la segunda etapa nunca se manifestó.

Son las dos caras de la Selección. La que se insinuó y la que no corrigió. La que quiere ser y la que no debe ser. Un equipo es una totalidad: para defender, recuperar, gestar y atacar. Argentina asumió e interpretó en la victoria que logró en Porto Alegre, una parte del libreto. La otra parte es la construcción de la resistencia cuando el rival busca el arco de Armani. Si tiene que existir un bloque para atacar, también tiene que haber un bloque para defender. Simple decirlo, difícil concretarlo.

Esto es el funcionamiento. Es la aplicación colectiva para jugar en toda la geografía de la cancha. Es ir y volver. Si saber ir con la pelota es una gran virtud, saber volver sin la pelota es otra gran virtud.

Si Scaloni y sus colaboradores (Roberto Ayala, Walter Samuel y Pablo Aimar) son claros y precisos en sus observaciones, la Selección tendría que evolucionar. O crecer ante Venezuela, más allá de algunas deudas individuales. Y de una presencia de Messi sin la quinta velocidad, en el arranque, que el astro de 32 años supo tener.

Sin un Messi encendiendo el fuego, Argentina mejoró. Es una señal para valorar. Porque habla de algo que parecía demasiado lejano. Es la intención de darle forma al perfil de un equipo. Que puede confirmarse. Venezuela lo comprobará. O no.

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