Arrancó Independiente el 2019. Venció a Gimnasia 2-0 en Mar del Plata (el jugador más destacado fue Martín Benítez) en el marco de un partido amistoso. Pero este episodio sirve como excusa formidable para ver otros episodios desde una perspectiva más amplia y más compleja que un encuentro de fútbol.
El entrenador Ariel Holan es fiel al hombre que desea ser. Lo reveló en la tediosa y políticamente correcta conferencia de prensa que dio el pasado jueves en el predio de Villa Domínico. Allí se expresó como un auténtico CEO en funciones. El CEO de Independiente. Y no tanto como un técnico cumpliendo tareas específicas.
Por eso con naturalidad se puso al frente de los ingresos y egresos del club. De los balances superavitarios. De los millones de dólares que le entraron a Independiente por la venta de los jugadores en los últimos dos años. De los millones de dólares que salieron en incorporaciones. De los precios que pone el mercado. De los jugadores como inversiones. De las posibilidades económicas a futuro en relación a esas inversiones. De las cuentas del debe y del haber. De los GPS de última generación que adquirieron. De un software muy sofisticado en distintas aplicaciones futbolísticas. En fín; habló Holan del business de Independiente. Y de su doctrina y método para hacer funcionar al equipo, objetivo que en el 2018 tuvo demasiadas sombras. Y demasiados fallidos.
¿Qué dejó Holan flotando sobre la superficie? Que sus preocupaciones enfocadas en Independiente trascienden largamente el ámbito del fútbol. Que sus objetivos también están puestos en el horizonte económico, financiero, logístico, operativo. Aunque con una sonrisa forzada reiteró en varias oportunidades no tener “los superpoderes que se me atribuyen”.
¿Por qué Holan colocó arriba de la mesa esta observación que no transmite ingenuidad ni una lectura lineal? En especial por un tema muy sensible: los jugadores que partieron de Independiente en este libro de pases y en los anteriores denunciaron áreas de conflicto severas con el entrenador.
Holan, públicamente muy diplomático, pretendió diluir con un tono casi pastoral y nada creíble cualquier choque o diferencias irreconciliables con los futbolistas. Por supuesto que sus palabras no alcanzaron para ocultar lo inocultable. Sería como afirmar por estas horas que antes lo unió la armonía y la concordia con Erviti, Amorebieta y Jonas Gutiérrez (entre otros) y después con Gigliotti y Leandro Fernandez. Y que ahora marcha todo diez puntos con Campaña y en particular con Sánchez Miño y Domingo. Y de ninguna manera es así. Todo lo contrario. Las fracturas que se produjeron son imposibles de disimular.
Con intensidad y eficacia, Independiente se impuso a Gimnasia
Respecto a los superpoderes que Holan sostiene que le adjudican y que él dice que no tiene, se marca su iniciativa de transferir responsabilidades en el delicadísimo rubro de las altas y las bajas de los jugadores. Sin mencionarlos de manera directa, Holan se refirió elípticamente a la plana mayor de la dirigencia de Independiente, liderada por Hugo Moyano, acompañado por su hijo Pablo y por Yoyo Maldonado.
Porque está claro que Holan toma decisiones en el armado del plantel y de su cuerpo de trabajo (22 personas), seguramente el más numeroso del fútbol argentino. Pero hay otras decisiones relacionadas también con el plantel que exceden a Holan (el caso de Amorebieta es revelador), aunque ponga la cara y respalde esas determinaciones de los dirigentes convirtiéndolas en propias.
Sabe Holan que no son pocos los que a esta altura en el ambiente del fútbol argentino le están contando las costillas todos los días. La etapa de los grandes enamoramientos ya pasó. En el 2018 se debilitó su imagen en relación a la temporada anterior cuando parecía revelarse como un técnico irreprochable, capaz de relanzar a Independiente a la gran competencia internacional.
Desde ahí en adelante su crecimiento profesional se detuvo. Y comenzó a enredarse una y otra vez en problemas de distinto tenor con más de un jugador. Con varios jugadores. Aquella frase que pronunció (“A mí me gusta mandar, yo nací para mandar y si los que me rodean no lo entienden, no es mi problema”) en un programa de TV partidario en abril del año pasado, terminó siendo una potente declaración de principios que lo expuso como un protagonista autoritario y muy poco afecto al intercambio intelectual.
Autoritario y mandón con los que considera que están por debajo de su esfera de poder: en este caso, los jugadores. Y cortesano y sumiso con los dirigentes. Esta dualidad en su conducta queda al desnudo en su tránsito ahora tumultuoso por Independiente.
Una dualidad que no puede pasarse por alto en nombre de silencios cómplices. Porque a Holan, según sus propias palabras, le gusta mandar, pero todo indica que también le gusta obedecer.
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