Aquel pibe frágil y de muy pocas palabras que el Flaco Menotti presentó en enero de 1973 en Huracán y que el mundo del fútbol conoció como el Hueso Houseman, se acaba de despedir dejando un tendal de imágenes y recuerdos. ¿Qué fue René? Un jugador genial e inclasificable. Un auténtico duende que supo volar en la cancha y al que vale la pena evocarlo desde los límites que impone el fútbol y más allá del fútbol

Siempre caminó por los bordes René Orlando Houseman. Y de tanto caminar por los bordes, el hombre que a los 64 años tuvo que despedirse, algunas veces desbarrancó. ¿Más en el fútbol que en la vida? ¿Más en la vida que en el fútbol? Las proporciones se desconocen. O solo él las pudo precisar. Y a veces ni él.

“El fútbol siempre lo entendí de una sola manera: era un buen lugar para pasarla bien. Y yo la pasé bien”. Quizás ese puñadito de palabras que Houseman pronunció hace algunas décadas sirvan para poder aproximarse a la dimensión extraordinaria de su juego. Allí, tan cerca de la raya lateral como de la línea de fondo de la cancha, el Hueso se instaló como un genio transgresor e indolente, atrapado por los duendes de Mané Garrincha, de Omar Orestes Corbatta y del Loco Bernao.

Aunque habría que repetir que a Houseman desde pibe lo deslumbraba la magia de Angel Clemente Rojas. Lo seguía a Rojitas, como también a la camiseta de Boca. Pero la debilidad por Rojitas era muy superior.

Quería estar angelizado como ese pibe de Boca. Amagar, salir, frenar y nuevamente quebrar por adentro o por afuera. Quería jugar como él, pero la realidad es que no imitó a nadie. Tenía vuelo propio. Como el que padecieron Basile, Carrascosa y Fatiga Russo, entre otros, cuando a René lo presentó en sociedad el Flaco Menotti como la nueva incorporación de Huracán, en enero de 1973.

René Houseman

“Cuando el Flaco lo presenta al plantel en la pretemporada en Mar del Plata, nos empezamos a cagar de risa. Era un palito. Chiquito, las medias bajas, la mirada en el piso, parecía que lo soplabas y lo tirabas a la mierda. Todos pensamos: ¿a quién trajo el Flaco? Pero cuando empezó el picado y agarró la pelota, nos hizo limpiar el culo a todos. A mí me tiró dos caños de arranque y pasó a cien kilómetros por hora. Era una bala. Nosotros nos mirábamos y no entendíamos nada. ¿De dónde salió este pendejo? Esa era la pregunta que nos hicimos. ¿De dónde salió y quien lo trajo? Era Houseman. Un verdadero fenómeno”.

El relato del Coco Basile permite perfilar a ese pibe que con 19 años empezaba su tránsito por el fútbol grande, después de rodar primero por Excursionistas (“Me rajaron del club por villero”, siempre aclaró) y luego recalar en Defensores de Belgrano hasta su arribo a aquel Huracán del 73 que reivindica la historia como uno de los equipos más celebrados.

Las convenciones del fútbol profesional (entrenar, concentrar, alimentarse bien, descansar las horas necesarios) nunca fueron para el Hueso rutinas accesibles.

Todo lo contrario. Su rechazo siempre fue visceral. No se bancaba las obligaciones. Y canjeaba libertades con goles. En Huracán hizo 109 goles en 277 partidos. Esa imagen del tipo que nació para inventar sin libreto y sin doctrina es probable que haya encontrado en Houseman a una extraordinaria flor silvestre nacida para crecer en la anarquía.

LEA MÁS:

Y creció hasta que más temprano de lo que indican los relojes biológicos de los jugadores, lo derribaron sus propios límites. O los demonios de otras adicciones que trascendían al fútbol. El perfume del alcohol le quemó las piernas. Aquellas piernas chuecas y endebles que nunca anunciaban ni el desborde ni la diagonal. No anunciaban nada. Solo el desconcierto para los que salieran a enfrentarlo.

En el arte del engaño que es proponer que va por acá y sale por el otro lado, o que encara directo y sin embargo frena, desestabiliza al rival y arranca en quinta desairando las leyes de la física, René armaba su propio carnaval. No gozaba a nadie. Pero gozaban todos. No se hacía el canchero para denunciar que le sobraba manejo. No tiraba caños para tribunear. No festejaba los goles o los golazos haciendo el circo que desnuda a los que farandulizan el fútbol. En definitiva, no vendía lo que no sentía, como tantos más o menos notables que no eran rehenes de ningún show.

No tuvo René una larga vida en el fútbol cinco estrellas. Pero esa vida que alumbró le alcanzó para estar en la galería de los grandes elegidos, aún sin la chapa de haberla descosido en Europa. Garrincha no lo hizo, salvo en el Mundial de Suecia en 1958.

Corbatta tampoco. Bernao menos. El Hueso igual dejó una estela inolvidable. Y quedó ahí. En aquel Huracán crepuscular y brillante del Flaco Menotti, cuya delantera se repite de memoria: Houseman, Brindisi, Avallay, Babington y Larrosa.

rene houseman huracan.jpg

El Hueso también estuvo en aquella Selección del Mundial 74 y en la de Menotti que ganó el Mundial 78. En el 78 ya no era el monstruo de un par de años atrás. “No dí todo lo que podía dar”, dijo casi pidiendo disculpas un par de décadas después. Ya había dado todo. O casi todo. Los tipos que dejan un recuerdo imborrable a veces se dejan capturar por otros misterios. Y esos misterios los llevan de gira hasta que se esconde el sol.

Salió de gira René. O de caravana. Pero su fútbol tan lejano a los libros, siempre quedó. Cumpliría 65 años el 19 de julio este hombre frágil que supo conocer la tierra y el asfalto. Sin embargo, aquella tarde de enero del 73 en que lo presentaron en el primer entrenamiento en Huracán en Mar del Plata, parece una foto del presente. Una foto eterna del fútbol.

Aparecen en esta nota:

Contacto

Registro ISSN - Propiedad Intelectual: Nº: RL-2025-11499155-APN-DNDA#MJ - Domicilio Legal: Intendente Beguiristain 146 - Sarandí (1872) - Buenos Aires - Argentina Teléfono/Fax: (+5411) 4204-3161/9513 - [email protected]

Edición Nro. 15739

 

Dirección

Propietario: Man Press S.A. - Director: Francisco Nicolás Fascetto © 2017 Copyright Diario Popular - Todos los derechos reservados