En 2006 decidió colgar los botines porque le "hinchaba las bolas lo que se tienen que cuidar los jugadores con la comida". Ahora, el Polo divide su vida entre la representación y la pesca con señuelo en Corrientes. Pero lo que le apasiona es poder alimentar a más de 70 chicos por día, aunque a veces no puede dormir cuando escucha las sufridas historias de los pibes.
-¿Cómo surgió la idea del comedor?
-Esto comenzó cuando volví de España en el 2001, venia a jugar San Lorenzo. Con mi mujer teníamos ganas de hacer algo distinto, dar una mano era nuestro principal propósito; pensamos en varias opciones y la que más nos gustó fue la del comedor. Empezamos a averiguar del tema con la ventaja de que mi vieja ya había hecho algo con Cáritas. Desde ese momento hasta que abrió pasaron ocho meses.
-Fue justo en época de plena crisis.
-Cuando lo abrimos, ahí nomás casi lo cerramos por que justo había estallado todo ese quilombo. No colaboraba nadie, yo mantenía, mantenía y se hacia difícil el día a día. Mi caso es distinto porque, por ejemplo, no tengo la guita de Zanetti con la Fundación Pupi. Yo tengo que laburar mucho para vivir.
-¿Cuántos chicos comen por día?
-Ahora entre 75 y 80 días, pero en otra época llegamos a tener más de cien. Acá reciben almuerzo u merienda, de lunes a sábado. Muchas de las madres me ayudan a cocinar y limpiar también.
-¿Los chicos que vienen tienen muchos problemas en la casa, maltrato?
-(El Polo hace una pausa, respira hondo y su mirada se pierde en el aire). Sí. Lamentablemente sí. Recuerdo una vez que vinieron cuatro hermanitos llorando porque en su casa el papá la estaba cagando a palos a su mamá. Trato de no enterarme de esos casos porque me hace mal. Mi vieja es mas dura, ella afronta esas situaciones. Pensá que los chicos que vienen acá es por que en sus casas viene mal la mano.
-¿Y esto te afecta en tu vida cotidiana?
-Sí, muchas veces durante el transcurso del día me siento triste, malhumorado y la respuesta la encuentro cuando recuerdo que en la mañana mi mamá me contó de una situación fea que sufrió alguno de los chicos. A veces son muy tristes sus historias.
-¿Qué edad tienen esos chicos?
-(Suelta una risa picara) Ése es un tema, mi vieja siempre tiene uno acomodado acá. Todavía viene algún pibe de 16 años y esa no es la idea. Como vienen con sus hermanos se quedan, pero vale remarcar que ayudan y ella los adora, los conoce de chiquitos. También es habitual recibir bebés, chicos con principio de desnutrición, y si cae algún abuelo con hambre y hay comida se les da y si sobra se reparte y se la llevan a la casa.
-¿Saben quién sos? ¿Conocen tu historia como futbolista?
-Sí, de hecho en 2006 mi mamá alquiló un colectivo y llevó a todos los chicos a mi despedida, fueron muchas madres también. Fue una sorpresa. En un momento giro la cabeza hacia el lugar donde estaba mi familia y vi a todos los chicos del comedor, fue muy emocionante. Ellos lo disfrutaron mucho, hasta se vieron en televisión.
-¿Recibís ayuda de gente vinculada al fútbol?
-Generalmente la ayuda viene de gente común, de hecho al comedor le hizo mejoras Cristian, un hincha de Argentinos Juniors que ahora vive en Chile. Hizo la parrilla, el piso y un depósito con su empresa Tradeco. También todos los años un grupo de muchachos hace colectas. Esto subsiste por el compromiso de gente corriente.
-¿Empresarios, políticos?
-Ufff..., no sabés, cuando estaba en San Lorenzo fui a hablar con el dueño de una cadena de mercados mayoristas, fanático del club era el tipo. Pero vos podés creer que el muy hijo de puta se negó a ayudarme. Si hablamos de los políticos, acá mi vieja no los deja ni asomarse, una vez vino uno a ofrecer ayuda con la condición de que los chicos aparecieran aplaudiendo en los actos, acto seguido mi vieja los sacó cagando. (ríe con ganas). No es que somos renegados de los políticos, que vengan a colaborar pero que no rompan las pelotas.
-¿Qué satisfacciones encontrás en esto?
-Está el caso de una chica que empezó a venir a los 10 años, hoy con 22 siendo mamá es una de las que más ayuda; cocina, limpia y está siempre predispuesta a dar una mano. Una de las cosas que me ponen muy contento es cuando vienen y te dicen: "Jorge, conseguí laburo, no voy a necesitar traer mas a los pibes". El agradecimiento de esta gente es lo que más satisfacción me produce.