es un fenómeno. Que pensó el partido como había que pensarlo. Que la estrategia que utilizó fue la más adecuada. Que jugar con un solo punta definido como Bou, ante la ausencia de Milito, fue clave porque eso le permitió a
tener más consistencia y recuperación de la pelota en la zona de volantes.
La realidad es que las victorias siempre provocan grandes simplificaciones a favor del que gana. Y como ganó Racing después de 14 años en la cancha de Independiente le van a llover elogios a Cocca. El planteo fue propio de un equipo especulador que aguardó una posibilidad para sorprender de contraataque. Pero, sin embargo, no construyó su triunfo de contragolpe. Ni el gol de Bou, aprovechando un saque de arco de Saja ni la segunda conquista del paraguayo Romero a la salida de un tiro libre, fueron producto del aprovechamiento de los espacios.
No le funcionó el contraataque a Racing, aunque haya jugado en función de esa idea, que es la que, en definitiva, adoptó desde aquel partido del año pasado cuando venció a Boca por 2-1 en la Bombonera. A partir de allí, lo suyo cabalgó por esa ruta futbolística, hasta concluir en la vuelta olímpica de diciembre de 2014.
Sugestivamente por no haber podido estructurar su dinámica contragolpeadora, dejó vivo a Independiente para la revancha. Con un 2-0 arriba y con la ventaja de disponer de un jugador más por la expulsión del Toro Rodríguez desde los 6 minutos del segundo tiempo, no hizo nada valioso. Por el contrario, denunció inseguridad, temor futbolero. Y con todo servido en bandeja para asegurarse su pasaje a la Copa Libertadores, no agredió. Siguió esperando. Y continuó dependiendo de algún acierto ofensivo de su rival, que nunca llegó con absoluta claridad.
Es cierto, no sufrió grandes sobresaltos Racing. No padeció el partido. Lo administró., aunque no se haya soltado nunca. Lo administró aferrándose al 2-0. Dos llegadas en 90 minutos. Dos goles. Máxima eficacia. El Ruso Rodríguez solo intervino para hacer lo que no sabe hacer: salir desde el arco intentando elegir la mejor opción de pase. Es perseverante. Y en ese rubro cosecha admiradores y sobrecalificaciones. Pero transmite una sensación inequívoca de fragilidad. Y esa sensación lo persigue en cada oportunidad en que tiene que intervenir.
Saja no es un arquerazo. Nunca lo ha sido ni lo será. Pero a sus 36 años maneja el arco. Y los climas del partido. Incluso, antes del clásico buscó, sin sutilezas, condicionar a Germán Delfino sosteniendo que "la cancha de Independiente le mete mucha presión a los árbitros". Esa declaración efectista y tribunera que fue interpretada por el ambiente como parte del folklore del fútbol, delató la estrategia de Racing de marcarle el territorio a Delfino. De hacerle sombra por las dudas. Y de hacer un ataque preventivo. En este plano mediático, también especuló Racing, trascendiendo el enfoque de Saja.
La búsqueda de Racing era el empate. Así se programó. Por eso dejó a Pavone en el banco. Para cortar todo lo que podía cortar en el medio, aunque Independiente sin la presencia de Méndez no tiene elaboración ni pase ofensivo. La apilada de Bou borrando a Pellerano y a Cuesta para someter el achique sin convicción del Ruso es un mérito excluyente de Bou. Y de nadie más.
Se llevó Racing una victoria estupenda en los números, pero no convincente en el plano de su juego, aunque esto quizás no le interese a nadie. Con muy poco, se fue con los bolsillos llenos. Y con la sentencia facilista de que Cocca dibujó el partido perfecto. Versos del fútbol que siempre se instalan. Cocca expresó el orden conservador del fútbol. Mauricio Pellegrino expresó la incertidumbre.
Por eso nadie levantó vuelo. Aunque por estos días Racing siente que está caminando por las nubes.
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