Todavía no arrancó. Pero por estas pampas ya lo están matando. Jorge Sampaoli debe estar escuchando desde Sevilla con más o menos atención los rebotes de su desembarco inminente como entrenador de la Selección nacional.
Apenas surgió su nombre como un candidato muy firme para reemplazar el breve y frustrante ciclo que comandó Edgardo Bauza, comenzaron a manifestarse las grandes dedicatorias de varios técnicos argentinos que vieron e imaginaron en el Zurdo de Casilda algo así como a un arribista afortunado que va a llegar a un lugar que no le correspondería.
¿Por qué tanto encono enfocado en la figura de Sampaoli? ¿Por qué no dirigió aquí? ¿Por qué hizo casi toda su carrera en el exterior? ¿Por qué no forma parte del ambiente del fútbol argentino y no se bancó todo lo que hay que bancarse por estas tierras para ser tenido en cuenta y progresar? ¿Qué le debe Sampaoli a los entrenadores argentinos? ¿Conocimientos? ¿Saberes? ¿Recomendaciones? ¿Influencias? ¿Plata? ¿Favores? ¿De dónde surge, en definitiva, tanta adrenalina mal canalizada?
El encono o el rencor acumulado contra Sampaoli proviene de un espacio muy específico que la condición humana suele no blanquear, salvo en situaciones excepcionales: los celos. Son, precisamente, los celos privados, públicos y profesionales los que le abren paso a observaciones muy próximas y compatibles con la descalificación. Y en esa descalificación subyace el desprecio.
En virtud de ese sentimiento que siempre trata de ocultarse pero que sin lugar a dudas se expresa, florecen los palazos. ¿De qué es acusado Sampaoli antes de asumir en la Selección? De ser poco menos que un improvisado o una especie de paracaidista, cuando ya acredita en el rubro de sus experiencia haber conducido a Chile hasta octavos de final (cayó ante Brasil en definición por penales y en el desarrollo del partido que finalizó 1-1 estuvo a punto de eliminarlo) en el Mundial 2014.
¿Qué se le reclama entonces a Sampaoli? Falta de transparencia para vincularse a la Selección. En realidad esa deuda de transparencia invocada por sus detractores es un argumento falso para mancharlo y condicionarlo desde el primer día. Se repite también que el cargo o la función le queda grande. O que no tiene chapa futbolística para cargarse esa responsabilidad. ¿Quiénes son los que tienen tanta chapa? ¿Carlos Bilardo? Ya estuvo 8 años en la Selección. ¿Diego Maradona? Ya tuvo su oportunidad en Sudáfrica 2010, después de desbancar a Alfio Basile en el transcurso de las Eliminatorias.
Que el Pelado Sampaoli sea un personaje muy poco o nada frecuentado por la corporación de los entrenadores nacionales, claramente es un factor que le juega en contra. Como, por ejemplo, también le hubiera jugado en contra a Mauricio Pochettino, hoy dirigiendo con buenas señales y perspectivas al Tottenham Hotspur de Inglaterra.
El derecho de piso que le quieren hacer pagar a Sampaoli en el marco de las urgencias que vienen acosando a la Selección no es otra cosa que una factura que destila muchísima mediocridad, disfrazada en algunos casos de vanguardia. Por eso sostener que no deben ser pocos los que desean que su proyecto naufrague no parece una ficción. Se asemeja demasiado a una película de corte testimonial.
Los egos y vanidades por un lado. Y los celos por el otro expresan un contenido y un mensaje que tomará mayor vigor en la medida en que se acerque la fecha en que Sampaoli deje Sevilla y regrese a la Argentina. Esta es la sensación que hoy prevalece. Es la resistencia. O directamente el rechazo a su presencia.
Como si el hombre de 57 años fuera un forastero. O alguien que viene a ocupar un lugar que no se corresponde con sus méritos.