Dos ídolos y un espacio simbólico y real que salvo hechos excepcionales, no se comparte. Tevez, desde China, largó algo que tenía guardado respecto a Riquelme. Y lo criticó sin tibiezas. Este tipo de facturas expresan quiebres que vienen de lejos. Los celos no blanqueados como protagonistas de rupturas que bajo estas circunstancias son insalvables. Antecedentes de otros enfrentamientos.

Los ídolos, excepcionalmente, pueden compartir el mismo espacio. Ser un ídolo es sentirse un propietario absoluto de todos los afectos y todas las adhesiones. Quizás por eso suele no existir la posibilidad de que dos ídolos jueguen en un mismo equipo de fútbol.

Juan Román Riquelme es ídolo de Boca. Carlos Tevez también, aunque no alcance la dimensión que se le reconoce a Román. Y por supuesto compiten. Este es el centro de la cuestión: la competencia. Y los egos simultáneos irrumpiendo en las distintas oportunidades que se presentan.

Es mucho más estratégico Riquelme para comunicar su pensamiento. Es menos elaborado Tevez para traducir en palabras su sentimiento. O sus broncas de vieja data. El capítulo reciente en que Tevez, desde China, criticó con extrema dureza la conducta de Riquelme (“No le hace bien al club ni a los pibes que están jugando. Afuera de la cancha deja mucho que desear“, dijo entre otras observaciones), en realidad esconde la necesidad de pasarle facturas del pasado. Facturas que van más allá del reclamo por algunas respuestas de su ex compañero de la Selección durante varios años.

Lo que pretende disputarle Tevez a Riquelme con algunos bombitas o bombazos mediáticos a la distancia es esa fe religiosa que se le dispensa, sin reservas de ningún tipo, a un ídolo. Es la carnadura de los celos. Y los celos, en general, no pueden blanquearse. ¿Quién o quiénes plantean públicamente estar celosos de determinada persona? ¿Quién o quiénes lo admiten de manera explícita? La respuesta es simple: nadie. O casi nadie.

Tevez habló desde China y criticó a Riquelme

Desde una lectura despojada de complejidades, los celos parecen reflejar debilidad, inseguridad, baja autoestima, inferioridad. Los celos abundan en todos los escenarios donde la condición humana se expresa. El ambiente del fútbol no es la excepción. No podría serlo. Los jugadores en actividad o los que ya se retiraron cultivan la energía negativa que irradian los celos. Lo mismo ocurre con los entrenadores. Con los dirigentes. Con los árbitros. Con los periodistas.

Esto, es en definitiva, lo que provoca muchísimos enfrentamientos disfrazados con argumentaciones que terminan siendo excusas para tapar el mundo real. Que es el mundo que cada uno siente e interpreta.

Riquelme y Tevez en la Selección 2

En ese mundo de interiores, es muy poco probable que alguien confirme que no se banca el protagonismo del otro. O la palabra más o menos autorizada del otro. O el talento del otro. O el poder simbólico del otro. No se confiesa, pero se lo padece. Lo vivieron a full Daniel Passarella y Diego Maradona en la Selección campeona del mundo que dirigió Carlos Bilardo en México 86. A 31 años de esa lucha de vanidades, celos y poder dentro y fuera de una cancha, las diferencias insalvables entre ambos nunca se saldaron.

Algo muy parecido también envolvió a Passarella y el Beto Alonso, dos personalidades muy fuertes e idolatradas, hasta que Alonso tuvo que emprender su retirada pasando a Vélez en 1982 y regresando a River en 1984 cuando Passarella por aquellos días ya desarrollaba su carrera en Italia.

Los encontronazos repetidos entre figuras o celebridades que se sienten pares aunque quizás no lo sean, si revelan algo en particular es la naturaleza del desencuentro inevitable. Porque aunque no compitan, siempre están compitiendo. Pelé es un ejemplo en esa dirección. Cada vez que observó a Maradona lo miró con la típica desconfianza del hombre que cree que le van a usurpar su lugar. Aunque su lugar no se lo va a quitar nadie.

Tevez denunció con estas palabras suyas que ganaron los espacios de la prensa deportiva que tiene heridas que no cicatrizaron. Heridas de antes. Heridas de siempre. Eligió un momento Tevez para mostrar sus cartas. Y para descargar sus celos en Riquelme. Cuestiones básicas. Ego dañado. El fútbol delata en este caso las insuficiencias. Y las quejas del corazón.

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