Estaba claro que Boca tenía mucho para perder en esta final, porque esa chapa de candidato significaba una carga extra que tenía que soportar para un mano a mano que le venía siendo esquivo ante el rival de siempre. Y una vez más, como si fuese un karma ineludible, volvió a sucumbir por esa falta de carácter que se necesita en este tipo de enfrentamientos. Y para que ello suceda mucho tuvo que ver el entrenador, Guillermo Barros Schelotto, quien perdió claramente su duelo personal con su colega Marcelo Gallardo.
Un golpe duro en definitiva, no sólo para el xeneize sino también para el Mellizo en particular, que como sucedió con el Vasco Arruabarrena, hace diferencia con su equipo en el certamen local pero falla en los partidos decisivos, de eliminatoria directa.
Ya lo había vivido con Independiente del Valle en las semifinales de la Libertadores 2016, luego con Rosario Central dos veces en la Copa Argentina, y ahora nada menos que con River en un encuentro que definía un título, por lo que las presiones se sumarán de acá hasta el final del año.
Guillermo sabe ahora que no puede perder la Superliga y que está más obligado que nunca en la Copa Libertadores, donde no sólo no se admite un nuevo fracaso sino que se ha puesto la vara muy alta, de llegar a la final.
Ni siquiera la vuelta olímpica en el torneo local disimulará este golpe ante River. El objetivo es la Libertadores, y si el Mellizo no la gana su continuidad quedará en duda, porque así lo afirmó el propio presidente del club, Daniel Angelici.
“No creo en los proyectos largos, porque el fútbol es día a día, por los resultados. Y si no se dan, es más fácil cambiar a un técnico que a todo un plantel. Guillermo tiene contrato hasta fin de año y en su momento haremos un balance para determinar los pasos a seguir, Mi ilusión es que sea el entrenador hasta el fin de mi mandato”, había dicho Angelici hace unos días. Y si uno lee entre líneas, parecería que hoy Guillermo está más en observación que nunca, en un panorama que seguirá hasta el final del año.
Por otro lado, más allá de los resultados, otra de las situaciones a corregir será el funcionamiento, porque su ventaja en lo alto de la Superliga no va de la mano con su rendimiento. Y esta vez no fue distinto, porque volvió a tener dudas en defensa, le faltó juego en el medio y careció de esa contundencia en ataque que es necesaria para definir este tipo de partidos. Ya que si bien es cierto que convirtió en figura de la cancha al arquero Franco Armani (justo el arquero que el Mellizo no quiso cuando se lo ofrecieron), también lo es que no tuvo la determinación o la categoría que hace falta en los últimos metros.
Con el agregado que demoró en los cambios, como en el caso del ingreso de Wanchope Ábila, al que recién puso con el partido dos goles abajo. Ahí quedó demasiado expuesto, sobre todo ante los buenos cambios que decidió Gallardo y que lo llevaron a definir el pleito.
Por último, también quedó en deuda desde la actitud, sin poder contagiarle a sus jugadores eso que se les reclama desde hace mucho tiempo. Un pecado que en el Mundo Boca no se perdona y se termina pagando caro.